✍ La mentalidad revolucionaria. Sociedad y mentalidades bajo la Revolución Francesa [1983]

por Teoría de la historia

La editorial Crítica acaba de publicar el libro de Michel Vovelle «La mentalidad revolucionaria», editado en francés en 1985. Este mismo historiador publicaba en castellano en 1981 «Introducción a la historia de la Revolución Francesa», libro éste en el que se incluían unos atrevidos «Apuntes para una historia de las mentalidades». Este primer esbozo ha sido desarrollado ahora en una obra sólida y homogénea sobre la mentalidad revolucionaria. El esqueleto sigue siendo el mismo, una estructura básica de factores recurrentes (el miedo, la violencia, la muerte, el gusto de la colectividad, el amor, el heroísmo, la religión, la fiesta, el rechazo) a la que se añaden posteriores trabajos, reflexiones y precisiones terminológicas para establecer, en definitiva, una estrecha relación entre representantes mentales y aquello que las ha suscitado, la Revolución francesa y en concreto el período 1789-1799. Este tiempo corto de diez años no significa una reducción estricta de su campo de estudio. Vovelle continúa reflexionando en esta obra sobre una de las problemáticas en el trabajo del historiador de las mentalidades: la dialéctica de los tiempos, el nivel de las articulaciones entre diacronía y sincronía, entre la larga duración y el tiempo corto (el acontecimiento revolucionario). Y en esta dinámica se encuadra la pregunta central: ¿herencia o innovación? Para Vovelle, la Revolución no fue la formalización de un cambio ya producido, ni tampoco sencillamente la creación del momento. En la Revolución confluyen y se superan las mutaciones generadas en la sociedad francesa de la segunda mitad del siglo XVIII. Para explicar estos cambios anteriores a 1789 presenta un capítulo que ya publicó en su libro «Ideologías y mentalidades» (edición francesa de 1982 y española de 1985). En la edición original el título de este artículo era la «sensibilidad» prerrevolucionaria. Ahora ha pasado a denominarse: «la mentalidad» prerrevolucionaria, lo cual no es un mero capricho semántico, sino un buen ejemplo del proceso de maduración terminológica en el campo conceptual de la historia de las mentalidades. El miedo y la violencia son componentes fundamentales en la mentalidad de los franceses del siglo XVIII. Pero, ¿qué continuidad existe entre la mentalidad prerrevolucionaria y la revolucionaria? Babeuf, el 22 de julio de 1789, se refería a la violencia revolucionaria diciendo: «Los señores, en lugar de civilizarnos, nos han hecho bárbaros porque ellos también lo son. Cosechan y cosecharán lo que han sembrado». Vovelle se interroga sobre las nuevas formas que reviste la violencia durante la Revolución, negando la vieja y renovada interpretación que hace de la Revolución el lugar privilegiado del miedo, de la locura colectiva sangrienta, que ha puesto de moda el tema del «genocidio franco-francés» con cifras fantasiosas y exageradas. Frente a la violencia, el miedo experimentó un proceso de madurez política. Los nuevos valores como la emancipación y la responsabilidad individual generan una «transferencia» cultural fundamental que nos lleva a «Homo Novus». Vovelle realiza la síntesis de los análisis originales de Cobb y Soboul sobre los «sansculottes»: el hombre nuevo revolucionario «entramado de contradicciones». Se opone al «arribismo» revolucionario señalado por los revisionistas, propone democratizar el heroísmo, hacer emerger las personalidades de menor envergadura y captarlos en movimiento para superar la sociología demasiado estática, desarrollada hasta ahora. Un ejemplo es la aportación de este libro sobre los jacobinos, que continúa la «teoría de las circunstancias» o «huída hacia adelante» formulada por C. Mazauric. Al «mito de la conspiración, tan complaciente y digámoslo, tan estúpidamente desarrollado por una historiografía reaccionaria» opone Vovelle la sociabilidad revolucionaria, soporte de los compromisos políticos, en la aventura desde el club hasta el poder. Completan este capítulo sobre «La ciudad ideal» una síntesis de sus trabajos sobre la fiesta y la descristianización. Las dos últimas partes están dedicadas al estudio de las dos Francias revolucionarias, la del compromiso y la del rechazo. Frente a la fría aseveración que realiza Vovelle en páginas anteriores, estos capítulos revelan cómo tal imagen es en sí misma engañosa. La mayoría de los franceses participan de las grandes mutaciones, en la manera de vivir desde el amor hasta la muerte (el nuevo calendario, los pesos y medidas, el matrimonio y el divorcio, nuevos cultos necrológicos) o en las actitudes mentales del rechazo, la exclusión o el desarraigo de los marginados, los emigrados y los contrarrevolucionarios. El texto, acompañado con un rico material gráfico y estadístico, presenta la deficiencia de no poseer un aparato crítico en cada capítulo y, en su lugar, se incorporan unas orientaciones bibliográficas, en algunos casos ya incompletas por no recoger las recientes aportaciones, incluso del mismo autor, con ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa. Por su parte la editorial Crítica, y a diferencia de la edición italiana de Laterza (1989), incluye en páginas centrales un excelente corpus de ilustraciones, lo que constituye toda «una atención al lector de una obra fundamental para comprender el giro irreversible -incluso en el ámbito de las mentalidades- que supuso para la historia la Revolución Francesa.

[Manuel PEÑA DÍAZ. «La dialéctica intelectual del fenómeno de la Revolución», in La Vanguardia (Barcelona), marzo de 1990, p. 7]