Teoría de la historia

Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias. Área de Historia. Director del área de investigación "Poéticas de la historiografía". BUENOS AIRES ❖ ARGENTINA

La nueva historia [1978]

9788427115200Desde el comienzo de los años 1970, una pléyade de historiadores entre los cuales se encontraban los miembros de la redacción de la revista Annales (Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie, André Burguière, Jacques Revel) esclareció y teorizó una nueva corriente historiográfica: la Nueva Historia. En 1974, Jacques Le Goff y Pierre Nora habían dirigido ya una serie de ensayos, «Hacer la historia», verdadero manifiesto epistemológico y metodológico sobre los nuevos enfoques, los nuevos problemas y los nuevos objetos de la historia: era la gran época de la «historia de las mentalidades». Estructurada alrededor de la revista Annales y de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, la nueva corriente deseaba que esta revolución historiográfica se propagara más allá del círculo de los profesionales de la historia. Dos proyectos se llevaron cabo en 1978 para tal fin: el lanzamiento de la revista L’Histoire y la publicación en la editorial Retz de una enciclopedia, «La Nueva Historia», bajo la dirección de Jacques Le Goff, Roger Chartier y Jacques Revel. Esta enciclopedia estaba compuesta por varias entradas de diccionario que remitían a nociones, instrumentos, campos, métodos y actores de esta Nueva historia y por diez artículos más amplios que vertebraban su arquitectura. La reedición en formato de bolsillo en la editorial belga Complexe (2006) sólo recupera esos últimos diez ensayos y los dos prefacios escritos por Jacques Le Goff en 1978 y en 1988. Se trata, en suma, de una simple reimpresión del texto original, sin ninguna actualización bibliográfica desde 1988 y en una tipografía anticuada donde la organización de los títulos y subtítulos no resulta del todo clara. Es de lamentar que, tras haber pasado treinta años, no se incluya un tercer prefacio de Jacques Le Goff. Con todo, la elección de estos diez artículos está completamente justificada puesto que conforman un conjunto coherente, un verdadero manifiesto sinfónico en diez tiempos de una corriente historiográfica que por entonces estaba en su apogeo: una obra que se quiere recapitulativa del movimiento de Annales y entusiasta de su propia fecundidad.  Jacques Le Goff inaugura la obra con un ensayo general e histórico de una corriente que hunde sus raíces en Voltaire y Chateaubriand. Luego, Michel Vovelle, en un artículo denso y sintético, analiza la larga duración dado que la Nueva historia es aún una historia del tiempo largo, hija de Fernand Braudel y Ernest Labrousse. Vovelle recapitula la obra socio-económica de estos dos historiadores junto con los aportes de la historia serial y los articula con el tiempo de las mentalidades y del acontecimiento a partir de un todo que permanece fiel al materialismo histórico marxista: se intenta evitar así una historia inmóvil mientras se conserva lo esencial de una historia total que iría «de la bodega al granero». Michel Vovelle señala de este modo los peligros de una nueva historia que corre el riesgo de negar el acontecimiento y de interpretar la evolución de las sociedades a partir de un colectivo no-consciente tal como lo definió Philippe Ariès: una historia que podría llevar a olvidar la dialéctica histórica de la lucha de clases y del materialismo. Pero la inquietud no sólo es política, sino también epistemológica: una historia que, al borrar lo social, lo económico, lo político y al acontecimiento podría convertirse en una historia etnologizante de las sociedades frías. Este temor es compartido también por François Furet y por Pierre Nora cuyas ausencias en este volumen son particularmente elocuentes. La obra en su conjunto reconoce la influencia de Marx como central en la elaboración de la Nueva historia: «Marx es, desde varios puntos de vista, uno de los maestros de una historia nueva, problemática, interdisciplinaria, anclada en la larga duración y en un alcance global» (Michel Vovelle). Pero «si la adhesión del historiador marxista a las técnicas y métodos que ésta preconiza es indispensable para la sustancia científica del materialismo histórico», señala Guy Bois, la evolución de esta última impone un estado de alerta. Guy Bois, en un verdadero artículo de guerra fría, titulado «Marxismo y Nueva Historia», señala «las múltiples trampas que allí se tienden» y confiesa su «temor ante la invasión de las ciencias sociales norteamericanas». Del mismo modo, celebra un «juicio soviético» en torno del gran historiador marxista Pierre Vilar a quien le reprocha un historicismo demasiado amplio y su prescindencia del modo de producción. Todos los autores son conscientes del riesgo que entraña una historia inmóvil y la transformación51j4MgvXhFL._SL500_ de las sociedades en sociedades frías frente a lo cual todos insisten en la necesidad de no ignorar el acontecimiento y la revolución, y de articular una dialéctica de los diferentes tiempos de la historia (Le Goff, Pomian, Vovelle y Pesez). También son conscientes de la problemática de la memoria que atraviesan las sociedades contemporáneas. Jacques Le Goff entiende que la Nueva historia es también una respuesta, por parte del hombre contemporáneo, a la angustiante búsqueda de su memoria y su identidad pasadas. Philippe Ariès también observa esta presión social: «comenzamos a intuir que el hombre de hoy le exige a cierta historia lo que siempre le ha exigido a la metafísica y hasta hace poco a las ciencias sociales: una historia que retome los temas de la reflexión filosófica, pero situándolos en la duración y el obstinado reinicio de las empresas humanas». Lo mismo ocurre al explicar el éxito de la historia de las mentalidades cuando lo hace a través de un presentismo que teorizará más tarde François Hartog: «¿no es acaso el encuentro reciente entre el presente y el pasado la verdadera razón de la historia de las mentalidades?». Los directores del diccionario explicitan esta conciencia de la tenue relación entre demanda social y Nueva historia a través del artículo de Jean Lacouture sobre la historia inmediata. La presencia de un célebre periodista en medio de profesionales y universitarios de la historia (Philippe Ariès terminará por ser elegido en la EHESS) no es en absoluto anodina. Algunos verán en esa decisión el símbolo de esta escuela histórica a la cual se le reprochará, no obstante, el acercarse demasiado a los medios de comunicación. En todo caso, puesto que hay historiadores que también son periodistas (François Furet, Jacques Julliard), ¿no es posible que se dé el camino inverso? Jean Lacouture no deja de interrogarse cuáles son las relaciones entre la historia y el periodismo sin jamás caer, no obstante, en una confusión de géneros, sino apuntando las convergencias metodológicas. Así pues, arroja una suerte de llamado al deber ético del historiador que indaga lo contemporáneo e invita a pedir ayuda a los periodistas para guiar a una sociedad perdida en la época de la aceleración de la información: «La inmediatez de la comunicación impone un desarrollo de la historia inmediata, señalizaciones en la niebla para una sociedad alucinada con la información y con derecho a exigir una pronta inteligibilidad histórica». A este respecto, en su primer prefacio, Jacques Le Goff lamenta lo poco que la Nueva historia ha invertido en el campo de la historia contemporánea. Estos diez ensayos le han dado poco lugar a lo político y lo contemporáneo e inclusive el artículo de Jean Lacouture no es sino una reflexión historiográfica sobre el regreso del acontecimiento que Pierre Nora ya había teorizado en 1972. Sin embargo, cabe señalar que el trabajo de antropología política de Maurice Agulhon no ha dejado de ser modelizado y retomados en en varios de los artículos, lo que no es sino una manera de abrir un camino hacia la historia cultural de lo político tal como se hará en las décadas siguientes. Con todo, es de lamentar que no se incluyera ningún artículo de Maurice Agulhon, eslabón esencial entre la historia político-cultural y la Nueva historia, así como tampoco se ha hecho con François Furet quien en ese mismo año publicaba «Pensar la Revolución Francesa». La Nueva historia también es una historia 51FBK7XWTML._SY300_estructural y antropológica. Krzysztof Pomian lo recuerda en su artículo «La historia de las estructuras», retomando la expresión de Fernand Braudel: «Los observadores de lo social entienden por ‘estructura’ una organización, una coherencia, relaciones bastante fijas entre realidades y masas sociales. Para nosotros, los historiadores, una estructura es, sin dudas, una combinatoria, una arquitectura, pero más aún una realidad que el tiempo utiliza mal y vehiculiza a largo plazo. Algunas estructuras, al perdurar mucho tiempo, se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: ocupan el espacio de la historia, incomodando y controlando su flujo. Otras son más proclives a diluirse, pero todas son al mismo tiempo un sostén y un obstáculo […] los marcos mentales también son cárceles de larga duración». Krzysztof Pomian insiste en una articulación necesaria entre estructura sincrónica y evolución diacrónica, una necesidad que André Burguière reivindica para una antropología histórica que debe separarse de una psicología anacrónica y de una historia fugaz de las ideas. Para ello, toma el ejemplo de la historia de la alimentación donde se entremezclan, en el marco de un tiempo largo, historia económica e historia de las estructuras mentales. Esta antropología histórica no deja de hacer un llamamiento a un tipo de historia que tomará forma en las décadas siguientes: una historia de las representaciones cuyo prototipo serán los trabajos de Jacques Le Goff y de Emanuel Le Roy Ladurie sobre Melusina. Evelyne Patlagean evoca esta historia de las representaciones en su artículo sobre la historia del imaginario donde sienta los fundamentos de una historia cultural evocando la importancia que tiene comprender el sistema de representaciones del mundo en el análisis social. Del mismo modo en que Michel Vovelle y Philippe Ariès no dejan de articular la historia de las mentalidades con la historia socio-económica heredada de Braudel y Labrousse, Evelyne Patlagean milita en pos de una historia de las representaciones que necesita de una historia social y de un enfoque estructural, junto con una dialéctica del tiempo largo, de la coyuntura y del acontecimiento. En su artículo sobre la cultura material, Jean-Claude Pesez concuerda con lo dicho por André Burguière y Evelyne Patlagean. Invita allí a hacer una verdadera historia de los objetos y, sobre todo, una historia de los hombres en relación a los objetos, una historia de los gestos y de las costumbres, propia de la antropología histórica. Esta historia también es total: proveniente de Braudel y de su Civilización material y capitalismo, reúne en su seno una historia económica, una historia de las técnicas y de las mentalidades. De la invención a la costumbre, pasando por por la difusión, esta historia se ve obligada a articular los tres tiempos de la historia económica. El artículo de Jean-Claude Schmitt también se inclina por una historia de cultural y de las representaciones: al hacer una historia general de los marginados, el autor actualiza una historia del poder mientras, a su vez, la desplaza. Así, Schmitt pone de relieve el lugar de las masas silenciosas, del mismo que lo hacía Marc Bloch y su «campesino oscuro», pero interesándose, esta vez, por los que viven en la periferia de la sociedad. Esta historia total, pese a que el sujeto tratado parece marginal, permite, en realidad, combinar la historia política —es decir, la historia del modo en que el poder ha tratado a los marginales—  y la historia antropológica en un marco donde es necesario comprender los ritos de pasaje y exclusión de las sociedades. La ambición de la Nueva historia concuerda, pues, con la de una historia total: para Jacques Le Goff, los historiadores «deben seguir conservando el horizonte y la ambición de una historia que incluya el conjunto de la evolución de una sociedad de acuerdo con modelos globalizantes». Sin intención de dogmatismo alguno, Le Goff impulsa, al igual que el resto de los autores, a realizar estudios de casos modélicos. Y algunos otros, como Philippe Ariès, claman abiertamente a practicar la microhistoria. El optimismo de Jacques Le Goff en el prefacio de la edición de 1978 ya no se encuentra en el de 1988: «esta historia nueva que se había convertido en un fenómeno importante de la psicología colectiva y de la vida científica e intelectual» parece hundirse diez años después tras una «crisis de la historia en general y de la escuela de Annales en particular» justo en el momento en que la revista Annales operaba su famoso «giro crítico». Con todo, evitemos confiar en una estimación teleológica de esta obra y concentrémonos en leerla a la luz de esta famosa crisis de los Annales. El hecho de reeditar la obra es, ya de por sí, transformarla en un documento histórico para la historia de la historia y supone, además, considerarla útil desde un punto de vista epistemológico en la actualidad. Rehacer su historia treinta y tres años después implica esclarecer un momento historiográfico esencial para nosotros como historiadores y recordar nuestros orígenes comunes, interrogarnos sobre nuestro destino como herederos voluntarios o no, de manera consciente o inconsciente. También busca que nos entusiasmemos pese a la crisis, el «desmenuzamiento» y la caída en el abismo. Podríamos hacerle mil reproches a la Nueva historia: su soberbia y su afán de seguridad y control; el hecho de que no haya advertido un «desmenuzamiento» de la historia que, sin embargo, Jacques Le Goff ya reconocía de buen grado; el que haya olvidado demasiado a la sociología —sólo Krzysztof Pomian apela claramente a una socio-historia respecto de las revoluciones—; que haya descuidado a la política, a lo contemporáneo y a la cuestión religiosa y espiritual. Las reflexiones de Foucault y laUnknown cuestión del relato, expresadas claramente por Paul Veyne en 1971, aún no han sido asimiladas. Pero, en todo caso, y a riesgo de caer en el anacronismo, ¿resulta útil indicar estas lagunas? Por cierto, convertida ya en un «monumento» foucaultiano, habría que sustraer a la Nueva historia de un continuismo historiográfico poco convincente y concentrarse en su verdadera coherencia epistemológica. Y es necesario hacerlo aunque los autores se hayan visto en ocasiones tentados —¡qué crimen!— por el ídolo de sus propios orígenes y por una historia casi oficial en la cual Jules Michelet, Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel se convertían en santos que, irremediablemente, era preciso evocar e invocar. De tal forma, lo que debemos retener es la increíble fecundidad de esta historia, la renovación metodológica que ha provocado, la exploración de tierras desconocidas, el descubrimiento de nuevas fuentes, su relectura de fuentes antiguas, la articulación del tiempo largo con el del acontecimiento, el enlace con lo económico, lo social, las representaciones y mentalidades, su coherencia estructural y su fecundo diálogo con la antropología. Retengamos también el placer de un historiador-lector que se sumerge en un tiempo historiográfico dotado de una increíble riqueza donde nunca deja de hacer historia. En suma, esforcémonos por conservar y transmitir el entusiasmo de Jacques Le Goff ante la posibilidad de una historia total y no sigamos petrificados ante una «historia en migajas». 

[Damien BALDIN. «Jacques Le Goff (dir.), La Nouvelle histoire Bruxelles, Editions Complexe, 2006» (ensayo bibliográfico), in Histoire@Politique. Politique, culture, société. Revue du Centre d’histoire de Sciences Po (Paris), nº 2, septiembre-octubre de 2007. Traducción del francés por Andrés G. Freijomil]

Un placer inconfesable, o la idea de clase social [1985]

un-placer-inconfesable-furbank-p-n-D_NQ_NP_920336-MLA27927531567_082018-FLa utilización de la idea de clase social se despliega en la vida cotidiana como un lenguaje, como una transacción. Asignar a una persona a la “clase media”, a la “clase obrera” o la “clase alta” es para Philip Furbank un juicio y una especulación inevitablemente impregnados por los motivos de la persona que juzga. Así, el uso de la noción de clase siempre lleva consigo la intención del beneficio propio. Por ejemplo, en cuanto a la utilización de la expresión clase media, sostiene que “cuando alguien la emplea, uno no tiene ninguna esperanza de adivinar qué quiso decir si no responde antes a muchas preguntas sobre la persona que empleó la frase: quién es, de quién está hablando y con qué propósito. En realidad, hay algo de lo que podemos estar seguros: lo que intenta hacer es un comentario despectivo”. De ahí la idea de placer inconfesable. Para Furbank toda utilización del concepto de clase ya sea en la vida cotidiana o en el plano de la reflexión científica implica no sólo ubicar a aquel que es objeto de clasificación sino que implica también ubicarse uno mismo en alguno de los lugares de ese sistema de clases. De este modo, el núcleo de la argumentación de Un placer inconfesable o la idea de clase social reside justamente en destacar de manera recurrente y enfática que la noción de clase social supone un juicio de valor que ubica a un grupo en un nivel superior, medio o inferior dentro de un “sistema”. A su vez esto ubica a quien lo enuncia en un lugar de privilegio ¿Pueden el sociólogo o el historiador escapar de ese mecanismo? No. Para Furbank los intelectuales intentan permanentemente ubicarse por fuera de ese sistema, pero estos atajos se presentan como una ficción inaceptable. En su argumentación, Furbank polemiza acerca de la utilización del concepto de clase social en el análisis científico en autores como E. P. Thompson y Raymond Williams, y por supuesto con Karl Marx y Max Weber, entre otros. El punto de su disputa con estos autores es justamente el no haberse ocupado de lo que a él le interesa. Se han preocupado por discutir acerca de la51tKudAZ4VL existencia de las clases sociales y en su definición en lugar de “estudiar una sola cosa: los modos en que las personas corrientes aplican y han aplicado las categorías sociales a los demás y a sí mismas”. El cuestionamiento erudito a la utilización del concepto de clase social reside, además de lo ya mencionado, a que en todo momento implica una puesta en relación con “absolutos” sociales a partir de los cuales es posible establecer un orden de categorías sociales. Sólo los novelistas modernistas, como Joyce y Proust, fueron capaces de internarse en este problema sin remitir a estos absolutos. Fueron ellos quienes repudiaron la autoexclusión o la falacia del punto de vista “exterior” (tan propio de los intelectuales de las ciencias sociales desde el punto de vista del autor). Así, Furbank irrita, seduce e indudablemente estimula al debate sobre el concepto de clase social. En suma, ayuda a volver sobre un concepto que por momentos se utiliza sin problematizar lo suficiente.

[Carla DEL CUETO. «Más clase media serás vos», in Página/12. Radar Libros (Buenos Aires), 24 de diciembre de 2005]

␥ Norma Durán

nduranLa historiadora mexicana Norma Durán es Doctora en Historia por la Universidad Iberoamericana con la tesis «Ascesis, culpa y subjetividad. Un estudio de la vida de F. Sebastián de Aparicio, escrita por F. Juan de Torquemada». Actualmente, es docente en el Área de Historia y Cultura del Departamento de Humanidades (División de Ciencias Sociales y Humanidades) de la UAM-Azcapotzalco. Sus principales líneas de investigación remiten a la historia religiosa de la Edad Media, la historiografía de los discursos hagiográficos, las crónicas novohispanas de los siglo XVI Y XVII y los procesos de evangelización en Nueva España, entre los siglos XVI y XVII. Norma Durán ha sido docente en la Universidad Iberoamericana y la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entre otras. Tiene, asimismo, una importante trayectoria como traductora tanto del francés como del inglés al español, de autores como François Hartog, Elisabetta Corsi, Frank Ankersmit, François Dosse, Hans Ulrich Gumbrecht, Silvia Sebastiani, Andrés G. Freijomil, Diana Napoli, Antonella Romano, Bruna Filippi, Ralph Dekoninck. Entre sus publicaciones se cuentan: «Retórica de la santidad. Renuncia, culpa y subjetividad en un caso novohispano» [México, Universidad Iberoamericana, 2008, 486 p.], «Formas de hacer historia. Historiografía grecolatina y medieval»[México, Editorial Navarra, 2001, 279 p.]. 

Fuente: Universidad Autónoma Metropolitana

␥ Alfonso Mendiola Mejía [1955]

sin-tituloEl historiador mexicano Alfonso Mendiola Mejía es Doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana, en donde es profesor de tiempo completo desde 1990. Obtuvo su título con mención honorífica por su tesis Retórica, comunicación y realidad. La realidad referida por los relatos de batalla en las crónicas de la conquista. Sus líneas de investigación son la Teoría de la historia e historiografía, el análisis historiográfico de las crónicas de la conquista de México (siglo XVI y XVII) y el giro figural: una teoría histórica y contextual de la percepción. Actualmente su investigación esencial versa sobre La escritura de la historia en la época virreinal (siglos XVI y XVII), que intenta estudiar las formas discursivas e institucionales de la representación escrita del pasado en la sociedad virreinal. Esta investigación implica reconstruir el sistema de pensamiento de una sociedad fundada en la retórica. En el 2010 ganó el premio al mejor ensayo de Historiografía en México. Entre sus publicaciones más importantes se encuentran los libros Bernal Díaz del Castillo: verdad romanesca y verdad historiográfica (UIA, 1991, con una segunda edición publicada en 1995) y Retórica, comunicación y Realidad. La construcción retórica de las batallas en las crónicas de la conquista (UIA, 2003), además de diversos artículos en la revista Historia y Grafía, como “La caída de Tenochtitlan: ¿un relato verídico o un relato de ficción” (núm. 2, 1994), “De la historia a la historiografía. Las transformaciones de una semántica” (núm. 4, 1995), “Francois Hartog: el nacimiento del discurso histórico occidental, en Historia y Grafía” (núm. 11, 1998), “El giro historiográfico: la observación de las observaciones del pasado” (núm. 15, 2000), “Las tecnologías de la comunicación. De la racionalidad oral a la racionalidad impresa” (núm. 18, 2002) y “Hans Ulrich Gumbrecht: la fascinación por el pasado” (núm. 19, 2002), además del capítulo “Conquête du Mexique”, en Historiographies, 2 tomos (París, Gallimrard, 2010), bajo la dirección de C. Delacroix, F. Dosse, P. García & N. Offenstadt. Participó en las siguientes conferencias: “El bicentenario de la Independencia”, Historia, memoria y conmemoración, en la ENAH, 1 de octubre de 2010; Conferencia en el seminario de Historia Cultural de Guillermo Zermeño, Colegio de México, “¿Es posible hacer investigación histórica sin conceptos?”, 22 de septiembre de 2010; y en las conferencias impartidas por invitación a la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, en París: “Clavijero y la expulsión de la Compañía de Jesús de la Nueva España”, 2 de noviembre. “La concepción de la historia natural de Plinio a Clavijero”, 9 de noviembre. “La elaboración de la Historia Antigua de México por Clavijero”, 16 de noviembre. “La interpretación de Clavijero de los códices mexicas”, 23 de noviembre. “La polémica entre Clavijero y la ilustración europea”, 30 de noviembre. Sus publicaciones más recientes son: “Preliminares” al expediente Siegfried Kracauer: las ambigüedades del siglo XX, Historia y Grafía n. 36, 2011, pp. 9-11; “La novela policial de Siegfried Kracauer como crítica de la razón científica”, en la revista Historia y Grafía n. 36, 2011, pp. 13-38; “La narrativa como forma de reflexividad de los procesos de los sistemas sociales”, en Alfonso Mendiola y Luis Vergara (coordinadores), Cátedra Edmundo O’Gorman. Teoría de la historia Vol. 1, México, UIA/UNAM, 2011, pp. 99-112; “Historizar la teología y los dogmas de la Iglesia: el compromiso de Michel De Certeau”, en la revista Historia y Grafía n. 38, 2012, pp. 173-207.

[Fuente Universidad Iberoamericana]

␥ Perla Chinchilla Pawling [1949]

sin-tituloLa historiadora mexicana Perla Chinchila Pawling realizó sus estudios de licenciatura y posgrado en Historia en la Universidad Iberoamericana. Ha trabajado como docente e investigadora en el Departamento de Historia de la Ibero ciudad de México. Sus principales intereses de investigación han girado en torno al fenómeno de la predicación jesuita en la Nueva España del siglo XVII y la retórica sacra, los procesos de modernización e identidad, la historiografía del Antiguo Régimen y la Historia que se enseña y la enseñanza de la Historia. Ha coordinado la línea de investigación “La construcción retórica de la realidad: la Compañía de Jesús” del Departamento de Historia desde hace varios años. A partir de su interés en la emergencia de la Modernidad se ha interesado en tránsito de la sociedad de la “cultura de la oralidad” a la “cultura del impreso” propio del Barroco, a través del fenómeno de la predicación observado desde el caso jesuita [es miembro del grupo de investigación hispano-canadiense “The Hispanic Baroque: Complexity in the First Atlantic Culture”]. A partir de ahí, preguntándose por la identidad discursiva del sermón a través del tiempo, trabajó primero en el que distingue como “sermón de corte”, propio de la cultura del impreso [resultado de ello es el libro De la compositio loci a la República de las Letras: predicación jesuita en el siglo XVII novohispano, Universidad Iberoamericana, México, 2004.] y posteriormente en el de misión, de la cultura oral, para el que ha propuesto una tipología. En esa misma línea se ha preguntado por la Historia Maestra de Vida –ocupada de moralizar al igual que el sermón- y de su pervivencia en la enseñanza de la Historia hasta nuestros días en las aulas escolares. [Actualmente imparte el curso de docencia de la Historia y participa en un proyecto en esta dirección con miembros de la Universidad Pedagógica y el CIESAS]. Como un paso más en esta línea de trabajo, actualmente trabaja en lo que ha denominado “formas discursivas”, ofreciendo una propuesta para establecer esta categoría [Las formas discursivas, Historia y Grafía, nº 43, Universidad Iberoamericana, México, 2014. Coordinando el proyecto conmemorativo de la Ibero sobre la restauración de la Compañía de Jesús en 2014 trabajó sobre el sermón y la historia como formas discursivas]. Como corolario de ello actualmente coordina un Lexicón de formas discursivas cultivadas por la Compañía de Jesús [“Las formas discursivas en el tránsito a la modernidad: el caso de la Compañía de Jesús”].

[Fuente: Universidad Iberoamericana]