✍ Tiempo de las catedrales. Arte y sociedad, 980-1420 [1976]

por Teoría de la historia

tiempo-de-catedrales-georges-duby-368201-MLA20291631336_042015-FTres espacios, tres épocas. El monasterio (980-1130), la catedral (1130-1280), el palacio (1280-1420). A lo largo de cuatro centurias el Occidente europeo vivió tres cambios sustanciales en la distribución del poder, la organización de la sociedad y el modo de producir los bienes materiales. Las sociedades medievales se expresaron mediante “formas” que, al igual que la escritura o el pensamiento filosófico, conectaron con las ideologías y las represenxaciones mentales. Georges Duby se deja llevar por los vestigios, los restos de las “formas expresivas”, y observando atentamente los objetos, las plantas arquitectónicas o los rostros esculpidos, reconstruye el universo medieval. Huyendo de los fáciles presupues tos de cierta sociólogía, la obra de arte es situada dentro del complejo entramado histórico: nunca como simple reflejo de una realidad socioeconómica, sino ubicada dentro de un proceso ampliamente comprendido y sutilmente desbrozado. La primera necesidad: establecer una cronología precisa de la evolución de las formas expresivas atendiendo a los focos de creación, distinguiendo el “centro”, de las “resistencias provincianas”. A lo largo de estos cuatro siglos, Duby destaca dos céntros geográficos en los que surgieron las artes “modernas”: Francia e Italia. A Francia le correspondió el desarrollo de las formas expresivas en el monasterio y la catedral. Italia logró el esplendor artístico en torno al palacio. Tres espacios que se adecúan a las diferentes realidades históricas de la sociedades medievales. El profundo cambio en las estructuras políticas hacia el año mil incidió notablemente en las características de un arte que, abandonando el clasicismo se volvió decididamente “románico”. Los emperadores dejaron de ser9788437611792 los portadores de la cultura y el monasterio se convirtió en el auténtico centro creativo del siglo XI. Ello implicó una nueva concepción de la obra de arte. En primer lugar y fundamentalmente, la aparición de un arte sagrado, destinado a la Iitúrgica, ofrenda a Dios. En segundo lugar, un arte eminentemente constructivo que manifiesta el esfuerzo de una civilización al borde del abismo material. ¿Quién costea el arte del siglo XI? Duby responde con seguridad: las lismosnas de los aristócratas laicos llevados por la pasión escatólógica que había infundido el mundo monástico. El arte románico hay que situarlo en ese peculiar momento de la historia de Europa en que tuvo lugar la fragmentación del poder en manos de la aristocracia y la hegemonía del monacato en la organización eclesiástica. Fruto del espacio monástico, el arte románico denota la simbiosis de la cultura guerrera y la eclesiástica. ¿No lleva el Cristo la espada entre los dientes, imagen perfecta de la agresividad guerrera del mundo feudal? Un arte cuya intención no es traducir la “realidad sensible” sino “purificar las formas naturales en búsqueda de lo absoluto”. Todo cambia hacia 1120, afirma Georges Duby. De lo absoluto a lo concreto. Enraizamiento de las formas en el mundo terrestre. El arte de las catedrales no es un arte burgués. Se ubica en las ciudades, pero en torno a la recuperada figura del obispo y junto a la monarquía incipientemente restaurada. A un hombre genial se debe la aparición de la estética gótica: Suger de Saint Denis. Señala Georges Duby que el historiador 2012014446comprenderá mejor la construcción de las catedrales si, en lugar de relacionarla con las estructuras económicas y sociales, la introduce en las corrientes teológicas del siglo XII. “Dios es luz”: una nueva concepción que se irá asentando entre los intelectuales parisienses, aquellos que buscan descubrir las verdades divinas a través de la razón. La estética del gótico evolucionará hacia una geometrización de las formas —como se advierte en el famoso álbum de Villard de Nonnecourt— y hacia una rehabilitación de la naturaleza, gracias a renovadores movimientos en el seno de la Iglesia: los franciscanos y dominicanos. A mediados del siglo XIII, Duby observa una sensible transformación en las creencias: relatividad del tiempo y del espacio con el ensanchaníiento de las fronteras (se conoce Asia por vez primera) y también, relatividad de la teología con la infiltración del averroísmo. Crisis y escepticismo que se traduce en un gótico “formulario” en Francia, pero en algunas zonas de Italia aparecen los primeros síntomas de la “modernidad”. Efectivamente, con la Divina Comedia, Dante construye la última catedral. En las plazas públicas de las ciudades italianas del Trecento se yergue una nueva construcción: el palacio, símbolo del poder de la aristocracia urbana. El arte del Trecento respira de los nuevos valores surgidos al amparo del Palacio. Durante tres siglos, el arte se había mantenido sagrado, buscando el vínculo entre Dios y sus criaturas y sólo accesible a una élite minoritaria. A partir del siglo XIV la obra de arte expresa una nueva religiosidad más que una laicización: una religiosidad popular. La devoción que intenta despertar la Iglesia se une61WkUn5g-5L a la cortesía propia de la cultura caballeresca, la que los “nuevos hombres” (comerciantes enriquecidos) aspiran a hacer suya. Los rostros se vuelven expresivos, individuales, en los frescos de Giotto, Simone Martini, los Lorenzetti. Con todo, el artista aún vive sometido a la voluntad de su mecenas. Hasta que un buen día, un pintor de Flandes decidió retratar a su mujer. Era Jan van Eyck. Pero eso ya es “otro” mundo y en este punto Duby concluye su libro. La perfecta ubicación de la obra de arte en “su” mundo per mite que ésta se llene de significado, adquiera nueva vida ante nuestros ojos, hombres del siglo XX. Al mismo tiempo, la “forma expresiva” ha servido al historiador para lograr el objetivo último de la historia. ¿Cómo pensaban los hombres del pasado? El libro de Georges Duby está escrito en un bellísimo estilo narrativo que el traductor se ha esforzado en todo momento por conservar al verter en nuestra lengua.

[Victoria CIRLOT. «La Edad Media vista por Georges Duby», in La Vanguardia (Barcelona), 26 de enero de 1984, p. 33]