✍ Teoría y Práctica de la Historia [1909]

por Teoría de la historia

teoria-y-practica-de-la-historia-juan-b-justo_MLA-F-3081152229_082012Se cumplen cien años de la aparición del libro del doctor Juan B. Justo titulado Teoría y Práctica de la Historia, cuya primera edición es de 1909. La oportunidad es propicia para que, a la luz del proceso que concluyó en ese libro y del análisis de su contenido, depuremos algunas afirmaciones históricas que se han mantenido en el tiempo, un poco por error y otro poco por inercia intelectual e insistamos en otros datos no conocidos, o conocidos pero intencionalmente ignorados, cumpliendo de esta forma con el mandato histórico de la búsqueda incesante de la verdad. Así como las personas, individualmente consideradas, necesitan tener conocimiento claro y seguro de sus orígenes y circunstancias, las personas colectivas también requieren conocer al detalle y con exactitud su génesis y evolución, requisito sin el cual parece ser más difícil transitar el presente y visualizar el porvenir.

Las Obras Completas de Juan B. Justo no son completas

En primer lugar, aclaremos que, más allá de los seis tomos impresos por la Librería LaVanguardia y la Editorial LaVanguardia, y publicados en diferentes años parcial e individualmente o como las Obras Completas del doctor Juan B. Justo, cuyos títulos son: I. La Moneda, II. Cooperación Libre, III. Educación Pública, IV. Teoría y Práctica de la Historia, V. Internacionalismo y Patria y VI. La Realización del Socialismo, en rigor de verdad, Juan B. Justo escribió un solo libro, esto es: escribió un solo trabajo con tema, desarrollo y estructura de libro. Ese libro es, precisamente, Teoría y Práctica de la Historia, cuyo centenario conmemoramos. El resto de las llamadas Obras de Juan B. Justo u Obras Completas de Juan B. Justo, muy importantes sin duda, es una compilación temática de folletos, artículos periodísticos, charlas, conferencias, e intervenciones parlamentarias. El VI tomo de las Obras, La Realización del Socialismo, compilado por Dardo Cúneo (Buenos Aires, 1914 – ) y que lleva un prólogo de Américo Ghioldi (Buenos Aires, 1899 – Buenos Aires, 1985), fue publicado, por primera vez, en 1947 y es el último tomo de esas Obras. No está entre sus Obras Completas toda su labor parlamentaria, como diputado nacional y como senador nacional, recogida parcialmente en esas Obras y una parte de ella publicada en folletos y en dos tomos independientes, correspondientes a los períodos mayo 1912 – abril 1913 y mayo 1913 – abril 1914 de su diputación nacional, titulados La obra parlamentaria, publicados por la Editorial Prometeo de Valencia, España. Juan B. Justo fue diputado nacional desde 1912 hasta 1923 y senador nacional desde 1924 hasta su fallecimiento en enero de 1928. Tanto en las ediciones anteriores, que no incluían el tomo VI. La Realización del Socialismo, como en la última, los compiladores y ordenadores han excluido de las Obras Completas de Juan B. Justo su importante literatura científica, – hemos localizado 47 trabajos – iniciada en su época de estudiante avanzado, publicada en diversas revistas médicas, entre ella su tesis doctoral sobre Aneurismas arteriales quirúrgicos (1888), apadrinada por el cirujano doctor Ignacio Pirovano. Después de cursar el Colegio Nacional entre 1877 y 1881, Juan B. Justo se inscribió en la Escuela de Medicina en 1882. Nada le fue fácil: para costear sus estudios universitarios, Juan B. Justo ingresó en 1883 en el diario La Prensa, como reportero y cronista parlamentario, tarea a la que renunció al ser designado practicante en el Hospital de Clínicas en 1886, cuando cursaba el 4º año. pero que le permitió ponerse en contacto con la vida política y parlamentaria de su tiempo, Enterado de la enfermedad de su padre, Juan Felipe Justo, viajó al Paraguay para atenderlo. De regreso, integró una misión voluntaria a Tucumán para la epidemia de cólera, lo que le permitió acceder, en alguna medida, a lo que Alfredo L. Palacios denominó El dolor argentino (1939). Siendo estudiante de 5º año, convocado para integrar la mesa de un comicio durante las elecciones de 1887, pudo vivenciar el fraude descarado, tradicional entre nosotros como práctica política normal. Justo egresó como médico, con medalla de oro, en 1888, cuando tenía 23 años de edad. Inmediatamente viajó a Europa poniéndose en contacto con los más destacados maestros de la cirugía suiza, austríaca, alemana y francesa de su tiempo, entre ellos el médico suizo Emile Theodor Kocher, que había practicado con éxito la primera extirpación del bocio (1878). Sus éxitos en el campo de la cirugía fueron debidos, principalmente, al perfeccionamiento del instrumental y, sobre todo, a la utilización sistemática de la asepsia. Considerado como el mejor cirujano de su época, Kocher fue elegido presidente del Primer Congreso Internacional de Cirugía (1905). En 1909 se le otorgó el Premio Nobel de Medicina por sus trabajos sobre la fisiología, patología y cirugía de la glándula tiroides. Con el dinero proveniente del premio ayudó a fundar el Instituto Kocher, en Berna, escuela de cirugía de Berna en la que se formaron grandes cirujanos y sobre la que Juan B. Justo hizo un pormenorizado informe: La clínica quirúrgica en Berna, publicado en los Anales del Círculo Médico Argentino en 1888. A su regreso, Juan B. Justo escribió su importante trabajo Resección temporaria y parcial de la bóveda del cráneo (1889), de lo que se acaban de cumplir 120 años, por el que obtuvo el Premio que lleva el nombre de otro gran cirujano, Manuel Augusto Montes de Oca,publicado comoSobre la resección parcial y temporaria de la bóveda del cráneo, en los Anales de la Universidad, en 1890. Antes había publicado La clínica de Billroth en Viena, en los Anales del Círculo Médico Argentino, 1889. Christian Albert Theodor Billrothfue un cirujano austríaco, pionero en el estudio de las causas bacterianas de la fiebre traumática y de los primeros en adoptar las técnicas desinfectantes que erradicaron el riesgo de que los pacientes contrajeran infecciones mortales después de las operaciones quirúrgicas. Considerado el instaurador de la cirugía moderna en la cavidad abdominal, operó sobre órganos que se consideraban inaccesibles. El mismo año de 1889, Juan B. Justo dictó su célebre conferencia sobre el Estado actual de la cirugía, recogida ese año en las páginas de los Anales del Círculo Médico Argentino, en la que dio un panorama general del nivel de desarrollo de la cirugía en el mundo. El doctor Justo fue el primer médico cirujano que, entre otras intervenciones quirúrgicas, el 27 de abril de 1890 practicó exitosamente en el mundo y en el hombre la resección osteoplástica de la bóveda craneana, siguiendo el método preconizado por el médico alemán Wilhelm Wagner. En 1889, Wagner había practicado similar acto quirúrgico, de lo que había dado cuenta mediante una comunicación científica aparecida en noviembre de ese año, pero su paciente había fallecido a los dos días de operado. El doctor Justo volvió a practicar la misma operación quirúrgica el 2 de mayo de 1890, con éxito, poco antes de la Revolución de julio de ese año. Es importante insistir, frente a reiteradas afirmaciones, que de esa Revolución, el doctor Justo no participó. Sí actuó como médico de la Asistencia Pública, pero ya desvinculado de la Unión Cívica de la Juventud, en la que había criticado la ausencia de un programa, se había manifestado en franca oposición a la intervención militar en política, y en la que había promovido, infructuosamente, la huelga de contribuyentes. La significación de esas intervenciones quirúrgicas exitosas, sobre las que había teorizado antes, hasta entonces impracticadas con éxito en el mundo, fue reiteradamente valorada por el doctor Avelino Gutiérrez, distinguido médico graduado en 1890 en Buenos Aires con medalla de oro al mejor estudiante de su curso, cirujano y filántropo que participó en la renovación y modernización de la enseñanza de la anatomía en nuestra Facultad de Medicina, moderando las consideraciones teóricas y acentuando la demostración práctica. Primero, en enero de 1928, pocos días después de la muerte de Juan B. Justo en su trabajo Juan B. Justo, publicado en la Revista de Cirugía, Año VII, Nº 1, dijo el doctor Gutiérrez: “Luchó sin tregua contra prejuicios inveterados y prácticas viciosas; venciendo, no sin grandes esfuerzos, a la poderosa fuerza de la inercia y la rutina, arraigada en la vieja escuela”. “Por las batallas que tuvo que librar al efecto, llovieron sobre él críticas, insultos, improperios, diatribas y maledicencias de toda especie, tanto más acerbas, cuanto que Justo no era por cierto, nada suave y modoso para corregir; era sí, verídico, justo y razonante, pero al propio tiempo severo, incisivo, contundente y cortante”. “Lo hería tan vivamente el contraste entre el modo como se hacían las cosas y cómo debían hacerse, que el apóstrofe subía rápido de su conciencia a los labios”. En el Funeral Cívico, realizado en el Teatro Colón de Buenos Aires el 15 de febrero de 1928, al cumplirse poco más de un mes del fallecimiento, dijo el doctor Gutiérrez, que el doctor Justo pudo “confeccionar en la caja de un órgano por entonces poco menos que intangible, como el cerebro, a escoplo y martillo, un gran postigo y una amplísima ventana para hacer sobre él lo que pudiera hacerse”. Diez años después, al ser recordado en el décimo aniversario de su fallecimiento, en un trabajo titulado Justo, Maestro integral. En la Ciencia Médica y en la Acción Social y publicado en el Anuario Socialista1938, afirmó el doctor Gutiérrez: “Lo más notable, lo verdaderamente notable, en la obra médica del Dr. Justo, no ha de verse en lo que concretamente y en pequeños detalles hizo este gran maestro, en su corta, apenas comenzada carrera médica, sino en los horizontes que con su clara y abierta inteligencia abrió entre nosotros en la naciente Cirugía. En el método básico rigurosamente científico sobre el que fundaba todo su proceso de acción; en las finalidades netamente humanitarias que perseguía. En un fuerte sentido del deber con los arrestos a que la ciencia y el saber lo obligaban y en las limitaciones que su conciencia de lo humano le imprimía”. En relación con su actividad quirúrgica: Justo fue el primero en operar exitosamente una hernia inguinal libre, en usar la cocaína como anestésico local, el éter como anestesia general, en lugar del peligroso cloroformo, en trepanar el cráneo, en operar una mastoiditis con tromboflebitis del seno lateral, en suturar la vejiga, en utilizar el método aséptico-antiséptico, en practicar osteotomías y resecciones articulares. Justo consideraba a las mutilaciones excesivas como un oprobio de la cirugía y las reducía al mínimo posible. De este modo, ha quedado fuera de las Obras Completas su importante contribución científica a la medicina y a la cirugía argentinas, que incluye la asepsia del operador y del campo operatorio, hasta entonces prácticamente inaplicada, el uso de nuevos anestésicos, y el acceso quirúrgico a todos los órganos del cuerpo humano, la mayoría de ellos considerados, por entonces, inaccesibles, esto es , como dijera el doctor Avelino Gutiérrez, “venciendo el miedo que hasta entonces se tenía al sagrado e intangible peritoneo”. Nicolás Repetto, médico como el doctor Justo y cirujano como él, incluyó entre los cuatro tomos de sus memorias, a las que llamó Mi paso… uno, el primero, sobre sus actividades médicas. Lo denominó Mi paso por la Medicina (1956) y al que siguieron otros tres:Mi paso por la Política (1958), en dos tomos y Mi paso por la Agricultura (1959). No creemos que Juan B. Justo, que en polémica con el escritor Max Nordau se autodefiniera como“el más vulgar de los hombres”, hubiese escrito sus Memorias, aunque existan entre los trabajos compilados como sus Obras Completas páginas autobiográficas muy significativas. Entre ellas, Por qué me hice socialista. De este modo, no siendo las Obras de Juan B. Justo autobiográficas, como las del doctor Nicolás Repetto, sino obra de los compiladores, debieron éstos incluir, glosándola, la literatura médica de Justo, conformada por los 47 trabajos científicos antes mencionados. En Porqué me hice socialista, dijo Justo, años después, más precisamente, el 11 de marzo de 1910: “Hubo una época en mi vida en que salía yo todas las mañanas del hospital, después de pasar media jornada entre los enfermos, los lisiados, los inválidos, las víctimas variadas de la miseria, de la fatiga, de la explotación y del alcohol. Y cuando se hubo apagado algo en mí el orgullo del artífice que opera en carne de hombre, del obrero cuya materia prima son los tejidos humanos, cierto día, al retirarme fatigado, empecé a preguntarme si aquella lucha contra la enfermedad y la muerte que absorbía todas mis fuerzas era lo mejor, lo más inteligente humano que yo podía hacer. Desbordaba siempre el hospital de carne doliente, sucedíanse los pacientes en las filas de los lechos y en cada lecho, y no salían de allí, sanos y mejorados, sino para caer inmediatamente otra vez entre los engranajes de una organización social que con la ignorancia y el vicio de las masas justifica el privilegio y la opresión. ¡Cuantas veces no aparté la vista, dolorido, de algún mendigo abyecto, a quien conservándole la vida cuando llegó a mis manos como víctima del trabajo, había yo conducido a semejante situación!”. “¿Valía la pena empeñarse tanto en conservar esas vidas, fatalmente condenadas a un vil sufrimiento? Gradualmente comprendí que había mucho de estéril e indigno en mi tarea, que aquella atención al cuidado de cuerpos humanos lisiados y doloridos tenía en sí algo de fanático y unilateral. ¿No era más humano ocuparse de evitar en lo posible tanto sufrimiento y tanta degradación? ¿Y cómo conseguirlo sin iluminar la mente del pueblo todo, sin nutrirla con la verdad científica, sin educarla para más altas formas de convivencia social? Y la obra humana, la obra necesaria, se me presentó entonces como una infinita siembra de ideas, como un inmenso germinar de costumbres que acabaran con el dolor estéril, y dieran a cada ser humano una vida digna de ser vivida. Y pronto encontré en el movimiento obrero el ambiente propicio a mis nuevas y más fervientes aspiraciones”. Es posible que los compiladores pensaran que esa literatura médica sería incomprensible y hasta irrelevante para quienes buscaban lecturas políticas y sociales. Sin embargo, se trata de trabajos perfectamente accesibles para lectores medianamente informados, escritos en forma sencilla y sin afectar el rigor científico de quien, como él, era médico, cirujano, jefe de servicio y profesor universitario. La edición de esos trabajos permitiría al lector tener una visión precisa de los altos valores científicos del doctor Justo. Por otra parte, el conocimiento más amplio de esa elevada jerarquía médica permitiría apreciar en su justa medida, el valor de su abnegada decisión de abandonar la lucha contra la enfermedad y volcar todos sus esfuerzos a la lucha política y social, así como comprender acabadamente aquél manos limpias y uñas cortas que Justo aplicó inclaudicablemente en la medicina y que luego trasladó a la política. Pienso que todavía se está a tiempo para hacerlo, agregando otros trabajos que pudieran ser hallados. En consonancia con su profesión médica y con la práctica de ella, no puede extrañar que la primera charla que el doctor Juan B. Justo dio en un Centro Socialista, en el local de la Agrupación Socialista Partido Obrero Sección Buenos Aires, el 11 de octubre de 1893 y que lo puso por primera vez frente a un reducido número de trabajadores socialistas, hablara sobre Higiene de las habitaciones.

Cuándo se fundó el Partido Socialista Obrero Argentino

Teoría y práctica-250x333El ingreso del doctor Juan B. Justo a la Agrupación Socialista, Partido Obrero, Sección Buenos Aires, fundada el 14 de diciembre de 1892 por algunos integrantes de la Sección Varia de la disuelta Federación Obrera, se produjo en agosto de 1893 al hacerse presente en la reunión convocada en el Café Francés por esa Agrupación, a los efectos de contemplar la posibilidad de editar un periódico socialista. En esa reunión, citada mediante un aviso publicado en el diario La Prensa, y a la que sólo asistieron cinco personas: Augusto Kühn, Esteban Jiménez, Isidro Salomó, Víctor Fernández, argentino y Juan. B. Justo, se aprobó la fundación y edición del periódico La Vanguardia y se puso al doctor Juan B. Justo al frente de la dirección del periódico. La marca del periódico, La Vanguardia, provino del nombre del puesto de avanzada existente en la estancia El Mirador, entre Las Flores y Tapalqué, que administraba su padre, Juan Felipe Justo, en la que Juan B. Justo pasó parte de su infancia y adolescencia y que servía de fortín defensivo en la lucha contra los indios. La adquisición de las 20 cajas de tipografía –por entonces la prensa se armaba letra por letra- se hizo con el producido de la venta del coche de médico de Juan B. Justo –coche de tracción a sangre- y unos 300 pesos que cedió Augusto Kühn y que eran todos sus ahorros. La redacción y la imprenta fueron instaladas en una habitación de la casa de inquilinato en que vivía Kühn, en la calle Independencia 1252. El costo de la impresión era de unos cincuenta pesos aproximadamente. Como alguna vez esos pesos faltaron, para no suspender la edición del periódico, Justo empeñó en ochenta pesos la medalla de oro, premio a su tesis doctoral sobre Aneurismas arteriales quirúrgicos. En un registro fotográfíco del núcleo fundador del primer grupo socialista de Buenos Aires, con algunas ausencias y nuevas presencias, tomado en el patio de la casa de Luis Aymami, calle Armonía 638, se observa al frente de la mesa, una bandera roja con la siguiente leyenda: “Primer Grupo Socialista – Buenos Aires 1892”. Por error, muchas veces se la ha tomado como una fotografía sacada el 14 de diciembre de 1892, fecha en que se constituyó la Agrupación Socialista Partido Obrero, Sección Buenos Aires, hecho que no ocurrió allí, sino en el Café Cruz Blanca de la calle Cuyo, hoy Sarmiento, entre Montevideo y Rodríguez Peña. Había por entonces en la ciudad dos calles Armonía, ambas en Barracas al Norte: Armonía y Armonía Segunda. La primera se llamó así hasta que una Ordenanza de 1912 la convirtió en 15 de Noviembre de 1889. La segunda cambió su nombre por el de Rondeau, por una Ordenanza de 1893. La casa de Aymamí estaba situada en la primera. Una observación cuidadosa de la fotografía permite ver ejemplares de los periódicos El Socialista –uno de los continuadores deEl Obrero- y La Vanguardia pegados en los postigos de las puertas, al fondo del patio y a José Prat con un ejemplar de esta última en sus manos. Ello prueba dos cosas: por un lado, que esa fotografía es posterior al 7 de abril de 1894, fecha de aparición de La Vanguardia y, por otro lado, que los presentes: Gabriel Abad, jornalero, Ricardo Cardalda, carpintero, Carlos Mauli, ebanista, Felipe Rodríguez Palancas, ebanista, Adrián Patroni, pintor, Francisco Berenguer, comerciante, José Prat, zapatero, Isidro Salomó, tonelero, José Baró, zapatero, José Demattía, pintor, Antonio Chacón, albañil, la niña María Patroni, Juan Tolousse, comerciante, Francisco Vidal, ebanista, y señora de Salomó, quisieron resaltar el año de fundación de la Agrupación Socialista Partido Obrero, Sección Buenos Aires, esto es el 14 de diciembre de 1892, fecha que, como alguna vez lo señaló Augusto Kühn, en el Almanaque del Trabajo 1917, debe ser considerada como originaria de la Agrupación Socialista Partido Obrero Sección Buenos Aires, después llamado, Centro Socialista Obrero, Partido Socialista Obrero Internacional, Partido Socialista Obrero Argentino, Partido Socialista Argentino y Partido Socialista. Esa fotografía fue tomada a fines del año 1894 para que Isidro Salomó la llevara a España para conocimiento de los compañeros del Partido Socialista Obrero Español PSOE.

No hubo ningún Congreso Constituyente en junio de 1896

El llamado Congreso Constituyente de los días 28 y 29 de junio de 1896, en realidad, fue el 1er. Congreso de un Partido que ya estaba constituido desde el 14 de diciembre de 1892. Pruebas irrefutables de esta afirmación son la existencia de un Comité Central, primero, y de un Comité Ejecutivo, después, la concurrencia a elecciones de diputados nacionales por la Capital Federal, en marzo de 1896, y que en ninguna parte se haya dicho que para los días 28 y 29 de junio de 1896 se estaba convocando a un Congreso Constituyente. Así lo reconoce, expresamente, Adolfo Dickmann en su libro Los Congresos Socialistas. 40 años de acción democrática (1936), al decir: “No fue –como suele decirse con impropiedad- el Congreso constitutivo del Partido Socialista”. El Comité Central del Partido, constituido en abril de 1895 con tres delegados por cada una de las cinco agrupaciones federadas, formuló el primer Programa Mínimo. Como dice Adolfo Dickmann, repasando el Informe a ese primer Congreso: “En septiembre de 1895 el Comité Central propuso que se redujera el número de miembros y en una reunión de delegados realizada el 13 de octubre se nombró el primer Comité Ejecutivo formado por los ciudadanos Eneas Arienti, José Ingenieros, Juan B. Justo, José A. Lebrón, Germán Müller, Adrián Patroni, y Juan Schaefer. Fue ese Comité quien preparó y convocó el Primer Congreso Ordinario del P.S.O.A.” A las elecciones de diputados nacionales por la Capital que se realizaron En marzo de 1896, más de tres meses antes del primer Congreso Ordinario, el Partido concurrió bajo la denominación de Partido Socialista Obrero Argentino y así está claramente consignado en las boletas electorales, lo que prueba la existencia del Partido antes del supuesto Congreso Constituyente. La convocatoria al incorrectamente llamado Congreso Constituyente fue efectuada por el doctor Juan B. Justo, por entonces Secretario General del Partido mediante notas manuscritas. Una de esas notas está en nuestro archivo y en ninguna parte de esa convocatoria, dice el doctor Justo que se estuviera convocando a un Congreso Constituyente. El gran mérito de Juan B. Justo consiste en su formidable capacidad de organizador del gran Partido, incorporándole nuevas agrupaciones, convocando a ese primer Congreso, dotándolo de una Declaración de Principios y de un Programa, desarrollando su prensa hasta convertirla en diaria, impulsando el movimiento cooperativo. Reconocer que dicho Congreso no fue constituyente, sino el primero de un Partido existente, no va en desmedro de la gigantesca personalidad de Juan B. Justo.

Teoría y Práctica de la Historia

libro-teoria-y-practica-de-la-historia-juan-b-justo_MLA-F-115289384_1080Teoría y Práctica de la Historia fue publicada en 1909, presumiblemente escrita entre 1908 y agosto de 1909 en la casa-quinta de la localidad de Morón, provincia de Buenos Aires, en donde por ese entonces vivía el doctor Justo con su esposa Mariana Chertkoff y sus seis hijos: Andrés, Daniel, Leticia, Aurora, Miguel y Sara. Mariana muere en el parto de su séptimo hijo. Esa es la fecha que figura en la Introducción. Algunos de los capítulos del libro fueron anticipados por el doctor Justo en sus conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras, recientemente creada. La primera edición de Teoría y Práctica de la Historia fue impresa por Lotito y Barberis, la segunda, tercera y cuarta ediciones, correspondientes a los años 1915, 1938 y 1947 respectivamente, por la Librería y Editorial la Vanguardia. Entre la primera y la segunda edición hay pequeñas reformas de redacción y una actualización de cuadros. Como dijo su autor: “En los dos últimos capítulos aparecen tres gráficos nuevos de especial interés por referirse a la evolución educativa y mental. Asimismo, el libro se ha alargado muy poco respecto de la primera edición gracias a la supresión de pocas y pequeñas partes no esenciales”. Hay una quinta edición hecha por Ediciones Líbera, en 1969. Cuando Juan B. Justo escribió y publicó Teoría y Práctica de la Historia, ya había redactado la Declaraciónde Principios aprobada en ese 1er. Congreso del Partido, cuya fecha inaugural coincidía con el 31 aniversario de su nacimiento. Hemos sostenido con reiteración que el borrador de esa Declaración de Principios fue revisado poco antes de su muerte por Federico Engels. También Juan B. Justo, estimulado por Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, había traducido por primera vez al español el primer tomo de El Capital, – Crítica de la Economía Política, de Carlos Marx, traducción de la 4ª edición de 1890 con prólogo de Federico Engels, que fue publicada en 1898 por la Imprenta de Fernando Cao y Domingo de Val, Madrid. Esta edición, de 688 páginas, no fue prologada por Justo, el traductor, “porque no son mis opiniones lo que buscarán en este tomo quienes lo adquieran o lo pidan en las librerías”. La edición incluyó los prólogos de Carlos Marx a la 1ª y a la 2ª ediciones alemanas, las Notas Preliminares a la 3ª edición alemana (1883) y a la 4ª edición alemana (1890), de Federico Engels, quien, refiriéndose a la última, dijo: “Me ha obligado a fijar definitivamente el texto, así como las notas”. La segunda edición de la traducción de Justo se publicó en 1918 y la tercera en 1947 por la Editorial La Vanguardia, con varios índices, entre ellos uno ideológico de Esteban F. Rondanina. Las relaciones entre Juan B. Justo y Pablo Iglesias y entre el Partido Socialista Obrero Argentino – PSOA – y el Partido Socialista Obrero Español – PSOE – eran importantes, de lo que da cuenta la correspondencia que obra en nuestro poder, así como que Juan B. Justo escribía con alguna asiduidad en laRevista Socialista, del Partido Socialista Obrero Español, que dirigía Pablo Iglesias y se editaba en Madrid. No será ocioso mencionar que al tiempo de aparecer Teoría y Práctica de la Historia, El Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels, documento liminar, hacía 51 años que circulaba por el mundo en diversos idiomas, editado inicialmente en alemán (1848). Teoría y Práctica de la Historia fue un libro escrito para que lo leyeran, fundamentalmente los trabajadores, para que conocieran las fuerzas históricas instruyéndolos en su manejo, única forma para que no entraran con dolor en el molde que la ciega fatalidad les diera. A nuestro juicio es imposible incursionar en Teoría y Práctica de la Historia (1909) sin tener en cuenta sus antecedentes, principalmente El método científico (1894) y La teoría científica de la Historia y la Política argentina (1898). Entre el libro cuyo centenario celebramos Teoría y Práctica de la Historia y su conferenciaLa teoría científica de la Historia y la Política argentina, transcurrieron 11 años en los que Justo parece haber ido de la aplicación a la Historia Argentina, en particular, de los conceptos generales de la Historia al desarrollo pormenorizado de esos conceptos generales, esto es: de la práctica histórica a la teoría histórica. Lo que decimos es queTeoría y Práctica de la Historia no era su primera incursión pública en el campo de la Historia. Cuatro años antes, en 1894, incorporado al Partido Obrero el año anterior, había pronunciado en el local del Centro Socialista Obrero una serie de conferencias acerca Del método científico en las que Justo, con hábil y firme trazo, había desplegado ante un público casi exclusivamente obrero el largo y multisecular camino recorrido por la humanidad en la búsqueda de la verdad, porque –son sus palabras- “para saber por dónde debemos conducir la inteligencia es indispensable conocer el camino que ella ha recorrido hasta ahora”. Desde el rudimentario y empírico aprendizaje del hombre primitivo hasta el último avance científico de la generación de su tiempo, Juan B. Justo había desgranado, como cuentas de un collar, descubrimientos, inventos, leyes y teorías, para concluir en apretada síntesis: “Tal es el cuadro sucinto de lo conseguido hasta ahora por el hombre en la investigación de lo desconocido, que es el cultivo de su inteligencia. Reduciéndolo a una fórmula, podemos decir que es la idea cada vez más intensa, más clara y más general de que los fenómenos todos siguen un orden regular y necesario; de que podemos llegar a conocer las condiciones de su producción y preverlos, de que podemos llegar a determinar esas condiciones, y ocasionarlos. Nada se hace al acaso, nada es anómalo, nada es extraordinario del punto de vista científico. Hay fenómenos poco frecuentes, hay monstruosidades, hay cataclismos; pero también ellos deben tener sus leyes”. El 18 de julio de 1898, en el Salón del Ateneo de Buenos Aires, Juan B. Justo expuso, ante un numeroso y atento auditorio, sobre La teoría científica de la historia y la política argentina. La conferencia fue editada ese mismo año por la Editorial Lajouane, luego por la Editorial LaVanguardia en 1915, 2ª edición, e incluida luego en 1920 en El Socialismo y en 1947 en el VI tomo de las Obras Completas, La Realización del Socialismo. Juan B. Justo fue el primero que, entre nosotros, rompió con el estudio histórico esquemático, cronológico y estático, para imprimirle dinámica científica; tan científica y tan dinámica que al analizar los hechos del pasado no se sintió obligado a “dar una fórmula absoluta y completa” ni definitiva, pues la Historia se dedica a explicar “lo que puede” y deja “existir lo demás”. Así introdujo Justo a sus oyentes del Ateneo de Buenos Aires en la Teoríacientífica de la historia y la política argentina. A esa teoría Justo le exige, como condición indispensable e ineludible, para que sea científica, que “muestre su propia génesis, que tenga su punto de partida en el mundo en que todos estamos, que señale en qué fenómenos se realiza y en qué actos de la vida tiene aplicación”. Ese ser “científico” que reclama Justo para la historia está desbrozado de todo elitismo intelectual: “Tratándose de hechos tan complejos y controvertidos como los de la historia, parece a primera vista muy atrevido hablar de su teoría científica. Es porque ordinariamente se tiene de la ciencia misma, una idea falsa que, como toda superstición, empequeñece el objeto que pretende agrandar. En efecto; desde que se ha aplicado a la historia el criterio obtenido y aplicado en los otros campos de la vida práctica e intelectual, el criterio científico, la ciencia misma ha experimentado un gran cambio: al abarcar, por fin, todo el campo de la actividad y de los conocimientos humanos, ha descendido del pedestal místico que la sustentaba, y se ha hecho a la vez más modesta y más fuerte, más humana y más fecunda”. La historia que Justo analiza científicamente es una historia “sin dioses ni héroes perturbadores porque ha dejado de ser una crónica, un romance, una filosofía”, y penetra en ella con gran seguridad y firmeza. Por otra parte, para Justo, como la historia es ciencia, ella implica método científico de investigación. Al reconocer como grandiosa concepción general de la historia la que expresa que “las relaciones de producción constituyen la estructura económica de la sociedad”base“sobre la cual se levanta un edificio jurídico y político y a la cual corresponden formas determinadas de conciencia social”, recuerda que Marx y Engels “han estado muy lejos de formarse del desarrollo histórico un concepto unilateral”. Por eso siente la necesidad de citar una carta de Engels del 1 de octubre de 1893, publicada en el número 7 de “La Vanguardia”, en la que expresa que “la situación económica es la base… pero las formas del derecho, las teorías políticas, las opiniones religiosas, etcétera ejercen también su acción sobre el curso de las luchas históricas y, en muchos casos, determinan su forma en primer término”. Dice Justo: “El fundamento económico de la historia argentina es evidente”. Y señala que no ha podido ser desconocido del todo por los historiadores del país. Es verdad: aparece en las Memorias, de Paz; en la Historia de Belgrano, de Mitre, que él cita; y también, con mayor o menor profundidad en las obras de Alberdi y de Sarmiento. Pero se da cuenta de que no ha habido en ellos una concepción general del proceso histórico. El estudio de la época colonial, para Justo, patentiza el predominio general de la economía en la formación y crecimiento de la sociedad argentina. Con gran precisión, va señalando cómo la vida económica se desarrolla frente a las limitaciones, trabas, prohibiciones y exclusivismos de España y contra ellos. Vacas, caballos y ovejas pasan, por primera vez, a ser importantes personajes en la interpretación de nuestra historia. Nada impidió, afirma Justo “que se desarrollasen los vigorosos gérmenes de vida económica que había en el país. España, que tenía ministros para dictar leyes absurdas, tuvo felizmente también funcionarios venales que las dejaron violar: buques…llegaban al Plata y de un modo u otro, sacaban los cueros y el sebo que la política española quería estancar”. Claro está que Justo no cree que la existencia del factor económico sea de por sí el motor de la historia sino en tanto y en cuanto sea comprendido por el hombre: “Para que los elementos del medio social empujen al hombre en un sentido progresivo es necesario que éste los aplique; es decir que, prácticamente, los comprenda”. “Todo señala, dice Justo, en aquella época el advenimiento de la clase propietaria nativa a la conciencia de sus intereses económicos que, por entonces, eran también los del país en general”. He aquí, en un solo párrafo la explicación, interpretación y justificación de la política “librecambista” del movimiento emancipador, precisándola en el momento histórico. Justo lo hace, pero ello no le impide señalar el “carácter burgués” revelado en el “continuo lamento sobre la elevación de los salarios y el insistente consejo de hacerlos bajar haciendo que los trabajadores se vistieran de telas burdas fabricadas en el país y no de los caros géneros importados”. Consigue Justo en su Teoría de la Historia y la Política Argentina, realizar el análisis explicándolo dentro de su medio, bañado por la atmósfera mental de su tiempo, de cara a problemas de conciencia que no eran estrictamente los suyos. Su interpretación de la Revolución de Mayo aparenta ser sumamente rígida. Dice: “No se trataba de realizar sueños de libertad, ni de democracia, sino de obtener la autonomía económica del país”, y algo más adelante, “comprendiendo la gran necesidad política del momento, los prohombres de 1810 no se ocuparon de derrocar dinastías ni de proclamar constituciones”,afirmación que en el caso de Mariano Moreno no es exacta. Sin embargo, después de afirmar, “sin miramiento por los privilegios de la metrópoli, establecieron la independencia comercial del país”, extiende su valoración y dice con gran precisión: “Así vemos al progreso económico en cuanto era bien comprendido, dar lugar a una lucha política, la lucha por la independencia, que condujo a su vez a nuevos progresos”. El liberalismo aparece así correctamente interpretado porque ser liberal en la época de la Revolución significaba serlo en lo político y también en lo económico. Nadie ha dicho antes que él, para interpretar la mal llamada anarquía de los años veinte, que ese mismo progreso económico “en cuanto no era comprendido” nos retrotrajo, “dando lugar a una lucha social regresiva que asoló al país por espacio de muchas décadas”. Los caudillos y las montoneras pasan por el análisis de Justo, superada la clásica antinomia de “civilización o barbarie”. Para él, “las montoneras eran el pueblo de la campaña levantado contra los señores de las ciudades. Las Memorias del general Paz, que tan gran papel tuvo en esas guerras, pintan bien a las claras su carácter de lucha de clases de los pobres contra los ricos, de la plebe contra la gente principal. La población de la campaña en masa estaba con los caudillos. Artigas, Ramírez, López, Bustos, Quiroga, fueron los jefes de la insurrección del paisanaje contra el odiado gobierno burgués de Buenos Aires. Los gauchos no eran “un pueblo lleno de la conciencia de sus intereses y de sus derechos políticos”, como lo pretende el historiador López y lo creen quienes toman en serio aquello de “Federación”. No eran tampoco una “inmunda plaga de bandoleros alzados contra los poderes nacionales”, como dice el mismo historiador. Eran simplemente la población de los campos acorralada y desalojada por la producción capitalista, a la que era incapaz de adaptarse, que se alzaba contra los propietarios del suelo cada vez más ávidos de tierra y de ganancias”. Alfredo Palacios, en su libroLa Justicia Social corrigió esta apreciación de Justo señalando que no era incapacidad de adaptación, sino imposibilidad de competir. Cuando Justo afirma que los gauchos eran el número y la fuerza, pero su incapacidad política era completa y “su triunfo efímero más aparente que real”, no está improvisando. Tiene razón, porque también es cierto que cuando “López, Cullen, etc., tuvieron estancias, también en Santa Fe los que se apoderaban en el campo de una vaca fueron perseguidos como cuatreros”, así como que Rosas “supo mantener sujetas las mismas masas populares en que se apoyaba.” Al leer la carta que Rosas envía al Encargado de Negocios de Gran Bretaña, pidiéndole protección para su hija, en la que expresa: “No tenga cuidado aquí está la bandera inglesa que he enseñado a respetar. No vendrán. A este pueblo, yo lo he montado, le he apretado la cincha, le he clavado las espuelas, ha corcoveado, pero no es el que me ha volteado”, apreciamos en todo la visión de Justo historiador que dice: “Poco a poco la población campesina fue domada por los mismos que ella había exaltado como jefes”. En este punto de nuestro pasado histórico interrumpe Justo el análisis, no sin antes afirmar: “La incapacidad de la población campesina para posesionarse regularmente del suelo, la legislación tendiente a desalojar a los ocupantes sin título, la mala y corrompida administración que siempre ha preferido los concesionarios menos dignos de confianza a los ocupantes reales de la campaña, y la ineficacia de toda legislación para impedir el acaparamiento de la tierra, han conducido a la consolidación y al desarrollo de la clase de los grandes terratenientes, que constituye todavía el elemento dominante en el país”. Quizás pueda apuntarse que Justo ha omitido en su análisis la experiencia rivadaviana en relación con la tierra y el pensamiento echevarriano en relación con el salariado, pero no es menos cierto, que esas omisiones importantes –al decir de Palacios-, porque quitaron al movimiento socialista naciente continuidad histórica o entronque con el pasado nativo, no mellan el gran aporte de Justo: “Lo dicho basta para probar que la base de la historia argentina ha sido la evolución económica; que ésta explica sus fases luminosas como sus fases sombrías; que las agrupaciones políticas de acción más eficiente en la historia argentina son las que han representado un interés económico más general y más bien entendido”. La teoría científica de la historia y la política argentinaes un trabajo de Justo cuya lectura debería interesar a todos los jóvenes preocupados del futuro argentino, sobre todo si no están satisfechos –y no deberían estarlo- del esquema histórico tradicional ni del inversionismo histórico con que el que algunos autores pretendieron refutarlo malamente. Allí encontrarán no sólo una visión distinta, que es lo de menos, sino una apreciación valorativa correcta, que no busca conformar o responder a fines particulares, concientes o inconscientes, y sobre todo que no tiene nada de magia, curanderismo o prestidigitación. Reivindicamos así para Juan B. Justo la primigeneidad de los estudios revisionistas históricos en nuestro país. Claro está que de un revisionismo fecundo, como lo señalara Julio V. González. Es cierto que Justo reniega de lo que se llama Filosofía y se resiste a la denominación de materialista a lo que él prefiere llamar Teoría económica de la Historia. Para él la base última de la estructura social es de carácter biológico. Años después insistirá en ese desdén por la Filosofía en su trabajo El realismo ingenuo, contenido enLa Realización del Socialismo y publicado inicialmente en la Revista Socialista, de Madrid, 16 de mayo y 1º de junio de 1903, luego en la revista Vida Nueva, de Buenos Aires, 3 de octubre y 15 de noviembre de 1906, más tarde, como folleto en 1914, y en 1937 en la colección El Pequeño Libro Socialista Nº 49. También se burlará de la dialéctica. Once años después, en agosto de 1909, publicó Justo su único libro: Teoría y Práctica de la Historia, un monumento intelectual que dedica “a la masa laboriosa y fecunda, sincera aún en el error, hasta en la rebelión santa”, expresión ésta que ya había utilizado en la editorial de presentación de El Diario del Pueblo el 1 de octubre de 1899. El realismo ingenuo, tema que reitera en las últimas páginas de Teoría y Práctica de la Historia, además de un título desafortunado, es un trabajo en el que Justo insiste en su desdén por la filosofía y la dialéctica, así como en dar, sin negarlas, el carácter de alegorías a ciertas afirmaciones de Marx, como la plusvalía. Todo ello aparece como contradictorio a la luz de sus propias afirmaciones de reconocimiento de las ideas fundamentales de Carlos Marx y Federico Engels. Así, en el primer editorial de La Vanguardia (07-04-1894), dice en la más pura interpretación marxista: “El jornalero no recibe como recompensa el producto de su trabajo, ni un valor equivalente, sino la parte que le es estrictamente necesaria para mantenerse, para seguir sirviendo como animal de carga” y, más adelante, “todo contribuye pues, a que ya se hayan formado aquí también las dos clases de cuyo antagonismo ha de resultar el progreso social”. En la invitación al primer Congreso Socialista, fechada en abril de 1896, dice Justo: “En el terreno de la lucha de clases que sostiene el proletariado para llegar a su emancipación reconoce la necesidad de la acción política y de la organización gremial”. En su artículo La fiesta del trabajo, del 1 de mayo de 1896 dice: “Hablamos menos de libertad y de derechos que de la base económica de todo derecho y toda libertad, y sabemos que no puede haber igualdad ni justicia fuera de la equidad económica” y, más adelante, afirma en una suerte de preanuncio de la dictadura del proletariado, aunque sin nombrarla: “No respetaremos los privilegios de nuestros explotadores el día en que seamos más fuertes que ellos”. En su discurso en el Primer Congreso caracterizó al Partido Socialista Obrero Argentino en su doble faz de movimiento de clase y movimiento económico: “El Partido Socialista es ante todo el Partido de los trabajadores, de los proletarios, de los que no tienen más que su fuerza de trabajo…” En La Acción Obrera, el 3 de octubre de 1896 después de reafirmar que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, dice: “La lucha empieza por las huelgas, que aún cuando fracasan, son en un principio buenas para la clase trabajadora. Hacer una mala huelga es siempre mejor que no hacer nada para resistir a la explotación capitalista”. Y en ¿Por qué somos fuertes?, del 1 de mayo de 1897: “El pueblo, movido por la necesidad, está asimilando una gran verdad científica: la teoría económica de la historia”. En Evolución no Confucionismo, el 19 de octubre de 1901, Justo afirma: “El socialismo científico no puede fallar por su base, pues entonces nunca hubiera sido científico. De la obra de Marx y Engels queda, irrefutable, la crítica de la economía clásica y vulgar, la teoría técnico-económica de la historia, que ellos comprendieron los primeros en toda su amplitud y, sobre todo, la aplicación de esa teoría a la historia contemporánea como norma de conducta política del proletariado” y, aunque no lo diga aquí expresamente, ya lo ha afirmado: la lucha de clases y –alegoría mediante- la teoría de la plusvalía. En Del Método Científico, de 1894, dice: “En ninguna ciencia como en sociología la doctrina se confunde tanto con el método. De ello tenemos el glorioso ejemplo en Carlos Marx autor de El Capital y fundador de la Asociación Internacional de Trabajadores”. En 1920 se conocen dos trabajos suyos: Ideas sobre la historia, que, en realidad, son fragmento de los tres primeros capítulos de Teoría y Práctica de la Historia. El pensamiento de Juan B. Justo, a pesar de la amplia bibliografía que existe sobre él, requiere un análisis serio y profundo, que salga del simple y cómodo panegírico, así como de la no menos simple y cómoda crítica, con que se lo ha juzgado, aunque algunos de sus críticos en la materia –José Aricó, entre ellos- hayan rectificado sus conceptos. Sólo así se podrá poner en su lugar preciso el punto de vista de Juan B. Justo para el análisis histórico general y se verá que sus afirmaciones –incluida la de la base biológica de la Historia- no son más que reafirmaciones y confirmaciones de aquella concepción histórica general que el propio Juan B. Justo había calificado como “grandiosa” en su conferencia del Ateneo de Buenos Aires en 1898.

[Víctor GARCÍA COSTA. «Juan B. Justo y el centenario de Teoría y Práctica de la Historia», in Revista Socialista (Buenos Aires), Año I, Cuarta Época, nº 2, noviembre de 2009]