✍ Comercio y mercado en los imperios antiguos [1957]
Este libro reviste un interés excepcional. Todo aquel antropólogo o historiador de lo económico cuyo campo de investigación esté por fuera de las sociedades altamente desarrolladas de los siglos XIX y XX, encontrará aquí una lectura exigente y provechosa. El libro comporta una tesis central a partir de la cual giran, a varios niveles, los ensayos de los once colaboradores. Esta tesis fue desarrollada, en principio, por el profesor Karl Polanyi e, inspirados por él, fue continuada por un grupo de economistas, antropólogos y sociólogos que trabajan bajo los auspicios de un «Proyecto Interdisciplinario» en la Universidad de Columbia para la investigación de las instituciones económicas posteriores a 1948. La tesis central sostiene que la economía, en el sentido habitual y moderno del término, «no es más que un estudio de los fenómenos de mercado» y que el análisis económico moderno sólo puede aplicarse adecuadamente a las economías que están basadas en un sistema de mercado «auto-regulado» encarnado por el mecanismo de la oferta y la demanda de precios. «En ausencia de mercados y precios de mercado, el economista no puede ser de ayuda para el estudiante de las economías primitivas, de hecho, podría entorpecerlo». Y es aún más difícil identificar un proceso económico «cuando forma parte de instituciones no económicas», tal como ocurre en las sociedades tribales basadas en el parentesco. Las economías (la tesis continúa) pueden «integrarse» de tres formas diferentes en ese tipo sociedad o en otras. En términos de análisis económico moderno, el «intercambio» (es decir, el sistema que funciona a través de un mercado de precios fijos) no es el único de los recientes sistemas de crecimiento que resulta apropiado: también existe la «reciprocidad» y la «redistribución». En un sistema de «reciprocidad» la sociedad está dividida en grupos. Los miembros de un grupo cualquiera actúan respecto de otro del mismo modo en que aquel (o cualquier otro) actúa con ellos. Ejemplos conocidos son la economía de las islas Trobriand y los intercambios de los Kula con algunos isleños melanesios, tal como lo han descrito Malinowski y Ruth Benedict. En un sistema «redistributivo», el producto de una sociedad culmina en un centro, ya sea físico o hipotético, y luego se reparte entre los miembros de acuerdo con reglas fijas. Algunos grupos sociales como la familia patriarcal o el señorío medieval también podrían organizarse a partir de un sistema de «distribución» cualquiera sea la forma en que se integre la economía en su conjunto. Reciprocidad y redistribución a menudo se combinan con o sin algunas características que, en su forma más desarrollada, llevan la impronta del intercambio. En uno de los capítulos más logrados del libro, el Dr. Walter C. Neale muestra cómo la economía de una aldea india que desconcertó mucho a los primeros administradores británicos, comportaba una intrincada mezcla de reciprocidad (a través del sistema de castas) y de redistribución (mediante el reparto de las parvas de grano común) que carecía de las características del mercado. El libro contiene suficientes conclusiones como para que sea, según la frase utilizada por más de un colaborador, un «trabajo pionero». Pero, así como algunos de los capítulos son realmente buenos (en particular, los del Dr. Neale y el profesor Daniel B. Fusfeld), existen deficiencias muy graves que pueden exasperar al lector que no comparte la obsesión del profesor Polanyi por el mercado. La exageración de la tesis principal por parte de varios de los colaboradores es constante. Y es una lástima que, para los primeros cinco capítulos (que tratan de los diversos aspectos de la historia antigua de la economía y el pensamiento) exista sólo un académico que conozca las fuentes originales de primera mano: se trata del capítulo III donde el profesor A. L. Oppenheim ofrece una particular y estimulante «vista de pájaro de la historia económica de Mesopotamia». En particular, esto se percibe con particular desconsuelo cuando el profesor Polanyi en su capítulo (V) arremete sobre la antigua Grecia: «Aristóteles descubre la economía». Dominado por su teoría general y sin ningún conocimiento de la gran cantidad de evidencias sobre las prácticas comerciales griegas que se encuentran en las declaraciones privadas de los oradores áticos y en los poetas cómicos, dibuja una distinción totalmente injustificada entre el siglo VI y V en Grecia, que él describe como «económicamente más primitiva de lo que opinan incluso los más radicales «primitivistas»», y a la Grecia del siglo IV le atribuye el origen de «las lucrativas prácticas mercantiles que en épocas muy posteriores se convertirían en la dinámica de la competencia de mercado». La vida económica griega, afirma, estaba «aún en los inicios del comercio de mercado en la época de Aristóteles» y con sus escritos «disponemos de un testigo que observa algunas de las características prístinas de la incipiente negociación mercantil desde su primera aparición en el historia de la civilización». De hecho, el principal desarrollo tuvo lugar antes del siglo V en cuyos últimos años, por ejemplo, se encuentra la referencia más antigua que se conserva sobre el préstamo a la gruesa ventura (Lisias, XXXII, 6-7, 14), esa notable invención (el precursor del seguro marítimo), que tanto contribuyó al desarrollo del comercio mediante la extensión de sus riesgos, por entonces considerables, más allá del sector comercial comparativamente pobre de la población. El Profesor Polanyi incluso niega la existencia de los mercados locales de alimentos en el período de las Guerras del Peloponeso y a principios del siglo IV en Jonia, pero la única evidencia que cita es tristemente malinterpretada. A veces, las ciudades podían establecer mercados especiales por fuera de sus murallas para los ejércitos extranjeros o podían crearlos incluso los propios generales, pero esto ocurría simplemente cuando las ciudades no deseaban admitir los ejércitos extranjeros de sus puertas para dentro y de ningún modo implica que los mercados regulares no existieran dentro de las ciudades afectadas. El Profesor Polanyi olvida una evidencia importante del siglo V de la que él mismo hace buen uso en otra parte: Heródoto (I, 153), quien traza un contraste sorprendente entre los griegos, que disponen de mercados, y los persas, que no los tienen. El Profesor Polanyi no contempla la posibilidad de que la economía de la antigua Grecia cuente con un sistema de «intercambio» antes de la época helenística. Por desgracia, tampoco se ha preguntado si ésta podría enmarcarse en alguno de sus otros dos sistemas. De hecho, las características de la economía que el profesor Polanyi identifica como de reciprocidad y redistribución brillan por su ausencia en la sociedad griega, tanto para el siglo V como a partir del desarrollo de las ciudades helenísticas y el mundo romano y hasta, al menos, el siglo III d.C. Los griegos sin duda han hecho un uso más significativo del sistema esclavista que sus predecesores. Su desarrollo de las instituciones de comercialización, transmitidas al mundo romano, fue tal vez un fenómeno aún más notable. La esclavitud había adquirido una forma altamente desarrollada junto con el libre mercado, caso que debería ser tomado para hacer de estas dos características de la sociedad griega, junto con el desarrollo político que culminó en la democracia, una de las razones básicas por las cuales esta civilización avanzó mucho más que todas las que se desarrollaron antes que ella.
[Geoffrey E. M. de STE. CROIX. «Trade and Market in the Early Empires por Karl Polanyi; Conrad M. Arensberg; Harry W. Pearson» (reseña), in The Economic History Review. New Series, vol. XII, nº 3, 1960, pp. 510-511. Traducción del inglés por Andrés G. Freijomil]
- Cf. Referencia bibliográfica en WorldCat
- Cf. Vista previa del capítulo XII en Scribd («El lugar de la economía en la sociedad»)
- Cf. Noticia biográfica de Karl Polanyi
- Cf. The Karl Polanyi Institute of Political Economy (Concordia University, Montréal)