¿En qué consiste la Biblioteca del Pensamiento Argentino?

por Teoría de la historia

Con la reciente aparición de Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la Nación Argentina, de José Carlos Chiaramonte, se completa el primer tramo de la Biblioteca del Pensamiento Argentino, una colección de cinco gruesos volúmenes que dirige Tulio Halperín Donghi y edita Ariel. El punto de partida y el modelo de la colección lo proporcionó el volumen que Halperín había preparado para la Biblioteca Ayacucho de Caracas, en 1980: Proyecto y construcción de una nación, una selección de textos de autores representativos del período que va de 1846 a 1880 (Alberdi, Sarmiento, Echeverría, Mitre, José Hernández, etc.). El autor había precedido la antología con un estudio significativamente titulado «Una nación para el desierto argentino». El libro, editado en Venezuela y sólo esporádicamente importado a la Argentina, no tardó en agotarse, convirtiéndose en una rareza bibliográfica. Por otra parte, el propio Halperín Donghi había dirigido para la Editorial Paidós, en 1972, un proyecto de Historia Argentina que quedó inconcluso. La colección presente, sin embargo, no retoma el proyecto de 1972. Aquél respondía al proyecto de una historia que, partiendo de las culturas previas a la Conquista, rematase en el presente atendiendo sobre todo a las dimensiones económicas, sociales y políticas de la historia nacional. El presente proyecto, si bien retoma parte de aquella estructura y a algunos de sus colaboradores, tiene su signo distintivo como historia del pensamiento argentino. Cada volumen está concebido como una selección de textos de los autores más representativos de determinada época, precedidos de un extenso estudio preliminar. La colección se abrió con el volumen dos, una nueva versión de Proyecto y construcción de una nación (1846-1880), y el tres: De la República Posible a la República Verdadera (1880-1910), a cargo de Natalio Botana y Ezequiel Gallo. La primera parte acaba de cubrirse con el volumen preparado por Chiaramonte, y la colección se completará el año próximo con dos volúmenes aún sin título: Halperín Donghi reunirá los textos del período de la Argentina de entreguerras, y Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano se ocuparán del lapso que va desde la emergencia del peronismo hasta la caída de Alfonsín. Buena parte del atractivo que ofrece la nueva colección es la recreación histórica llevada a cabo a través del discurso de los propios protagonistas de la historia. Puede decirse que su objetivo es presentar la historia argentina a través de la historia de su pensamiento, o bien, mostrar cómo la Argentina se ha pensado a sí misma en sus dos siglos de historia. Los estudios preliminares proporcionan las coordenadas espaciales y temporales necesarias para la lectura de los textos seleccionados, así como algunas claves de interpretación. Lo interesante de las antologías, cuando no son excesivamente breves y fragmentarias, es que permiten al lector sacar conclusiones propias que pueden ir por carriles distintos de los de los estudios introductorios. Así, por ejemplo, la selección documental sobre la «cuestión social» en la primera década de este siglo preparada por Botana y Gallo, con sus debates en torno de las leyes de «residencia» y «defensa social» y la criminalización del anarquismo, permiten una lectura menos angélica que la realizada por los autores en la introducción sobre el «espíritu reformista» de la elite dominante argentina. Otro atractivo de la colección es la visión en perspectiva de la historia argentina. Su antecedente más lejano puede remitirse, quizás, a la obra de José Ingenieros que quedó trunca por su muerte prematura: su hoy injustamente olvidada La evolución de las ideas argentinas. Pero el referente más claro de una obra colectiva de carácter académico es la historia argentina patrocinada por la Academia Nacional de Historia dirigida por Ricardo Levene. A la historia de orientación liberal se opusieron otros relatos, como la historiografía revisionista (al estilo de José María Rosa) o de izquierdas (Diego Abad de Santillán, Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos o Milcíades Peña). En los últimos veinte años, signados por la especialización y la consagración a los estudios de corte monográfico o microhistórico, las visiones de largo plazo sobre la historia argentina fueron más bien escasas, generalmente reservadas al género de la divulgación histórica, al estilo de Félix Luna. Hoy debemos a la iniciativa de Tulio Halperín Donghi, en más de un sentido un historiador apegado a las formas clásicas de narrar el pasado, después de su Historia de América Latina, luego de la colección Historia Argentina de Paidós, otra visión de largo aliento de nuestro pasado, a contrapelo de ciertos discursos historiográficos actuales, con su culto del fragmento y la especialización.

[Horacio TARCUS. «Escribir la historia», in Clarín, 12 de octubre de 1997]