✍ La piedad y la horca. Historia de la miseria y de la caridad en Europa [1986]

por Teoría de la historia

38906217La historiografía sobre la pobreza puede decirse que arranca del mítico mayo de 1968, que propiciaría el “boom” historiográfico de la problemática de la marginación como objeto histórico. Como marginados, los pobres han interesado, ciertamente mucho, a los historiadores en los últimos años. Ahí están como testimonio las obras de B. Guitton, S. Woolf, D. Roche y tantos otros. El interés historiográfico de los pobres radica esencialmente en su singular condición de agujeros negros de la sociedad opulenta, su entidad de «outsiders» del sistema. Al margen del sistema, como productores y como consumidores. Como productores, sin reservas ni medios de producción, dependientes patéticos de la coyuntura económica, son los de mayores probabilidades de morir pronto. Como consumidores, mendigos, endeudados, vagabundos, son los que peor comen al mismo tiempo que, paradójicamente, gastan más en alimentación de su precario presupuesto. A la problemática de la pobreza y su tratamiento social ha dedicado un libro excelente Bronislaw Geremek. El polaco Geremek nació en 1932 y estudió en Varsovia y en París, en la Escuela de Altos Estudios de París, bajo la dirección de Fernand Braudel. Profesor del Instituto Histórico de la Academia Polaca de 1955 a 1985, en los últimos años se ha dedicado a la política como asesor de Walesa y del sindicato Solidaridad. Su primer trabajo fue un estudio de los asalariados en el París medieval que luego ampliaría en su libro sobre los marginados parisinos (1976). Más tarde, dedicaría varios libros al problema de la pobreza en la Europa moderna: su «Inutiles au monde» (Gallimard, París, 1980), su ensayo sobre «El marginado» en un volumen colectivo dirigido por Le Goff dedicado al hombre medieval (1988) y el libro que se acaba de traducir al castellano, «La piedad y la horca», ya publicado en francés (1986) y en italiano (1988). Geremek aborda en este libro el tratamiento intelectual, social y político que la pobreza ha suscitado desde la época medieval hasta el siglo XIX. Y ello lo hace situándose al margen de la historia de las mentalidades -repudia los intentos de hacer historia de los sentimientos tan del gusto de algunos historiadores franceses y anglosajones- y de las polémicas sobre la cuestión religiosa -si hay que atribuir a los católicos o a los protestantes la paternidad de la beneficencia- apostando claramente por las explicaciones socioeconómicas. Pero, la historia económica que concibe Geremek dista mucho del marxismo ortodoxo. Aunque el autor manifiesta conocer bien la obra de Carlos Marx, no comparte el principio marxista de la responsabilidad del capitalismo en la génesis del pauperismo (pág. 116: «los procesos de empobrecimiento de los hombres, al igual que los del enriquecimiento, no pertenecen de forma exclusiva a un sistema social o modo de producción») y su sentencia final no tiene desperdicio (pág. 269: «La necesidad histórica no tiene en absoluto el poder de justificar la expropiación de los derechos naturales de las personas y colectividades»). La trayectoria del tratamiento de la pobreza la divide Geremek en cuatro tiempos: el medievo, los siglos XV-XVI, el siglo XVII y la época contemporánea desde el siglo XVIII. En la época medieval, se idealizó la pobreza, sobre todo desde los siglos XI-XII, otorgándole valores espirituales en el contexto de un modelo de vida ascético que convirtió a los pobres en necesarios o funcionales. La promoción de las Órdenes mendicantes es bien significativa. Los siglos XV-XVI, con los albores de la modernidad, introducen el principio de la desconfianza hacia el pobre con los primeros testimonios de la voluntad de control y organización administrativa de la pobreza, tanto desde el punto de vista católico buscando la articulación de la mala conciencia social, como desde el punto de vista protestante, como rechazo al ocio estéril, cuando no nocivo. París, Venecia e Yprès serían los primeros modelos de programas municipales que asumirían el problema de la pobreza. El siglo XVII fue el de la gran reclusión, como acertadamente denominó Foucault, el proceso de encerramiento y acotación del problema social de la pobreza, de que son testimonio las instituciones hospitalarias -que unían represión y caridad-, las casas de trabajo y las duras Leyes de Pobres inglesas. Con el siglo XVIII se abre la etapa de la centralización formal de los pobres, la utilización de los pobres como ejército de reserva industrial y su tratamientolitosc-i-szubienica_0_b filantrópico y malthusiano. Geremek matiza en su libro la variada tipología de la pobreza: rural y urbana, esta última mucho más polarizada socialmente; feudal y capitalista, la primera de las cuales incidía negativamente, sobre todo, en la forma del vagabundaje… La cuantifica en diversas áreas geográficas -con cifras oscilantes entre el 30 y el 40 por ciento-; determina su umbral, con criterios diversos desde el calorífico -la frontera estaría en torno a las 2.000 calorías- al presupuestario -pobre sería la familia media que consumiera más de la mitad del jornal en la ración alimenticia de pan diario-; y distingue magistralmente las teorías de los intelectuales preocupados por el problema de la pobreza de la praxis institucional al respecto. En conclusión, estamos ante un libro fundamental para el conocimiento del problema social de la pobreza pero, no desde una perspectiva victimista lacrimógena ni desde el fatalismo reaccionario de lo inevitable al que tan dados han sido los sociólogos americanos (Lewis, Harrington) que se han interesado por «la cultura de la pobreza». Algunos errores como la consideración de Bartolomé Bennassar como historiador vallisoletano (pág. 169), su olvido de algunos de los intelectuales españoles que abordaron la problemática de la pobreza (no menciona a Lorenzo de Villavicencio, Alejo de Venegas ni al catalán Gaspar Sala, ni manifiesta conocer la obra de Cavillac sobre Pérez de Herrera) y su práctica ausencia de aparato crítico y bibliográfico, no minusvaloran la importancia de este libro y de su autor, un historiador, hasta el momento, desconocido en nuestra lengua.

[Ricardo GARCÍA CÁRCEL. «Agujeros negros de la opulencia», in La Vanguardia (Barcelona), 30 de marzo de 1990, p. 7]

02-4Con la divisa de que “la historia debe dar derecho a la historia a los grupos o individuos que no lo tenían” (del francés Lucien Febvre), uno de los mayores histo riadores polacos (pero próximo a la escuela de “Annales” y amigo de Le Goff), el asesor de Lech Walessa y miembro de Solidarnosc, Bronislaw Geremek, ha compuesto un fresco monumental, sobre diez siglos de pobreza: “La potence ou la pitié. L’Europe et les pauvres du Moyen Âge à nos jours” (Gallimard). Hace dos años, Geremek perdió su cátedra en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Varsovia, donde dirigía el laboratorio de historia medieval. Y, sin embargo, Geremek continúa su trabajo. Antiguo. Y original. A comienzos de la década de los cincuenta, “Mediterráneo”, de Ferdinand Braudel, fue el deslumbramiento para un historiador joven, marxista, especializado en historia económica, como lo demostraba su trabajo de licenciatura, sobre “Las relaciones económicas en el estado de los caballeros teutones del siglo XV”. En 1956, el deshielo le permite un pasaporte y viaja a París, para leer “de cerca” a sus autores predilectos, como Lucien Febvre, o asistir en el Collège de France a los cursos de Braudel, Chevalier o Puech. Por entonces, también, conoce a quien será su amigo, Jacques Le Goff. Seis meses después, de regreso a Varsovia, apoyado en esa experiencia y en sus primeros estudios sobre los asalariados en la Edad Media (para Gemerek, «el nacimiento de un mercado de la mano de obra es el hecho clave de la formación del capitalismo, mucho más que el propio problema del capital”) comienza a trabajar su tesis: “Los pobres en Francia, a finales de la Edad Media”. Según dice ahora, “como para plantear una opción: los pobres y no los ricos, algo que puede parecer convencional, pero que hace treinta años era revolucionario”. La propia escuela de Braudel y Le Goff, tan abierta a las interacciones, lo anecdótico y lo cotidiano, dudó ante la decisión del primo lejano (quien durante la reciente presentación de su “La potence…” dijo que tal vez ahora, “cuando el problema de los pobres resalta una clave de la investigación histórica, habría que reivindicar el derecho de los ricos a ser sujeto”). En todo caso, para Le Goff, si “teólogos, filósofos, historiadores, sociólogos y economistas han estado a los pobres en tal momento, en determinado lugar”, la obra de Geremek es “por fin el gran libro que comprende, describe, esclarece una tumultuosa historia, en todas su duración, del Medioevo a hoy, en toda la Europa cristiana y con los recursos de todas las ciencias sociales”. Si el trabajo de Geremek es completo, una de las razones es la propia evolución ideológica del autor, en la que una visión estrictamente marxista deja paso a la comprensión de fenómenos psicológicos y espirituales, que le permite en su libro “confrontar continuamente imágenes mentales (Le Goff “dixit’) y realidades sociales” y mostrar no sólo “la evolución interna de la pobreza, sino también las mutaciones en la mirada de la sociedad”. Naturalmente, la historia de Geremek arranca con el cristianismo, donde la pobreza resulta valor espiritual. En el siglo VII —recuerda Geremeck— la “Vida de San Eloy” explicaba que Dios quiso “que hubiera pobres en este mundo, para que los ricos pudieran pagar por sus pecados”. En síntesis, hasta la Edad Media el pobre conservaba íntegro su valor espiritual; después, resulta una alternativa de salvación para el rico. Pero en el mil seiscientos la vastedad de la pobreza engendra el rechazo, la noción de que ya no se trata de una cuestión interpersonal sino de un asunto de estado. Curioso, pero perdurable prejuicio (entonces, como ahora, los vicios son caros y el único que puede permitirse aunar ocio y vicio es el rico, pero ya se sabe que cuando él descansa el pobre duerme, cuando él degusta el pobre come, cuando él ceta el pobre se embriaga) que se hará colectivo con la sospecha de holgazanería de los pueblos pobres o de las zonas pobres de la Europa rica y que desemboca en las acusaciones de corrupción, malversación, ignorancia, incapacidad ,de los gobiernos de esa parte del planeta que Alfred Sauvy bautizo como Tercer Mundo. Ahora, cuando la filantropía, tras ser desterrada por el marxismo voluntarista de las últimas décadas, vuelve con fuerza, sino católica por lo menos catódica (“Ustedes siguen siendo formidables”), e incluso las sectas y otros movimientos nacidos del rechazo de la sociedad de consumo reivindican la pobreza voluntaria, el libro de Geremek demuestra que, objeto de caridad del rico por cuya solución debe orar, justificación de la vida de tantas damas dedicadas a las altas obras, rehén del cristianismo, garantía del mercado de trabajo, ganador del pan con el sudor de su sola frente, o parado el pobre es el otro. Y los cambios epidérmicos de la sociedad o de las costumbres alteran levemente su esencia.

[Óscar CABALLERO. «El polaco Geremek refleja en una obra monumental la historia de la pobreza a lo largo de un milenio», in La Vanguardia (Barcelona), 25 de febrero de 1988, p. 32]