✍ Agenda para una historia radical [1994]

por Teoría de la historia

agenda-para-una-historia-radical-e-p-thompson_MLA-F-3153192452_092012Un nuevo volumen del historiador británico E. P. Thompson, procedente de una antología publicada en Inglaterra póstumamente, es un compendio de ensayos de diferente naturaleza y es una muestra de las espléndidas maneras y procedimientos del investigador anglosajón. Cuando ya nadie lo esperaba, cuando únicamente la muerte había acallado su voz rebelde de individuo y de historiador, cuando ya sólo nos resignábamos a releerlo, justamente en ese momento de desamparo y de orfandad, E.P. Thompson regresaba al mercado español. En efecto, hacia finales del año 2000, la editorial Crítica entregaba a sus lectores todo un presente, un volumen que no era mera reedición y que reunía trabajos menores o circunstanciales del gran investigador británico. Se trataba de un compendio de ensayos de diferente naturaleza, unos de índole biográfica y otros, por el contrario, analíticos, metodológicos o, incluso, autobiográficos. Imaginemos a un joven historiador que, estando interesado por Thompson, lo ignorara todo o casi todo acerca de este libro, que no supiera su naturaleza y su procedencia. ¿Un nuevo volumen del británico?, se preguntará. ¿Pues no había muerto en 1993? Quizá sea ésta una obra que dejara inédita —podría decirse nuestro joven lector— y que sólo ahora, varios años después, haya podido editarse en castellano. Revisa en su interior, echa un vistazo a sus páginas, comprueba el pie de imprenta, busca un prólogo justificativo, examina los paratextos que se incluyen en la contracubierta, hace un esfuerzo indagatorio, pero nada de eso le resuelve su ignorancia, sus dudas y su desconcierto. Nada, en efecto, se aclara y lo único que le resta a este lector contumaz es aceptar el título (Agenda para una historia radical), informarse de la cronología de los ensayos –que, salvo en un caso, sí que se incluye en la primera plana de cada uno de los capítulos–, hacer averiguaciones extratextuales y, a la postre, confiarse a la lectura del volumen. ¿Y qué descubre? No hay equivalente inglés de este libro, es decir, no hay una obra que cuyo epígrafe sea Agenda for a Radical History; pero sí que hay un volumen póstumo de E.P. Thompson al que podemos tomar como su remota fuente y que lleva por título Making History: Writings on History and Culture, un volumen aparecido en Merlin Press inmediatamente después del fallecimiento de su autor. Ese libro contenía veinte ensayos de desiguales extensión y objeto, de diferentes propósito y esfuerzo, ensayos que el historiador había ido entregando a lo largo de tres décadas a publicaciones tales como Dissent, The Times Literary Supplement o The London Review of Books. En las páginas de Making History se amalgamaban trabajos sobre Mary Wollstonecraft, sobre Eleanor Marx, sobre Tom Maguire, sobre William Morris, sobre Peterloo o sobre la familia británica. Además, para hacer más heterogénea, más variada y más rica la antología, el volumen añadía un extenso poema («Powers and Names»), testimonio de su condición de versificador y ejemplo de la dedicación literaria en la que también se empeñaron su padre y su hermano. El libro, en fin, acababa con un brevísimo ensayo titulado -ahora sí- «Agenda for a Radical History.»  La obra española, la obra cuya epígrafe reza así (Agenda para una historia radical) carece de indicaciones, está desprovista de instrucciones editoriales, no cuenta con un prólogo informativo y silencia el origen remoto del que este texto sería su traducción parcial. De este hecho sorprenden dos cosas. La primera, la amputación misma; la segunda la carencia de paratextos y de noticias que adviertan al lector español de su procedencia y de las circunstancias personales, biográficas, y de los ensayos reunidos. Ignoramos por qué el editor español adelgaza la obra inglesa, algo extraño si tenemos en cuenta que el fallecimiento del británico cierra definitivamente su producción y que, por tanto, cualquier texto inédito en castellano y del que Crítica pueda hacerse con los derechos se convierte en una lección póstuma, un legado post mortem, en la joya que se rescata del ilustre investigador; e ignoramos también por qué Agenda para una historia radical no cuenta con el acostumbrado prefacio de Josep Fontana, el historiador que ha sido el prologuista habitual de Thompson desde la primera edición, en 1977, de La formación histórica de la clase obrera (The Making of the English Working Class). El primer hecho -el de la amputación-, con ser extraño, no es infrecuente en la edición peninsular de Thompson. En efecto, las obras de este británico esencial han tenido averías en España, como fue el caso de la defectuosa traducción de la Formación que Laia publicara con el aval del historiador catalán y que habría justificado una nueva versión para Crítica en 1989, con prólogo de Fontana otra vez; o como ha sido el caso de las ediciones incompletas, por ejemplo, de The Poverty of Theory and Other Essays, un volumen del que la edición española eliminó los other essays. El segundo hecho -la falta de un prólogo justificativo- es propiamente un arcano sobre el que no podemos pronunciarnos, pero que, a la postre, daña la edición española. ¿A qué puede deberse?, se preguntará nuestro joven lector. ¿Al conocimiento ya universal de Thompson? Si ésta es la razón, en ese caso deberíamos preguntarnos por qué la edición en Crítica de la Intervista sul nuovo secolo, de Hobsbawm, un volumen contemporáneo al de la Agenda, se introducía con un prólogo entusiasta y polémico de Fontana. Alguien podría oponer a nuestro historiador joven e inquisitivo que éstos sólo son datos materiales, datos circunstanciales de la publicación española, pero lejos de ser nonadas o irrelevancias, esos hechos debemos tomarlos como condiciones de lectura, como instrucciones que el editor nos da o nos ahorra y que facilitan o dificultan la recepción de las obras. Por tanto, cabe reprocharle a Crítica esa falta de prólogo o la delgadez misma del volumen, sólo un pálido reflejo del libro inglés, y cabe reprochar esas carencias como averías de la difusión española de E. P. Thompson. ¿Aun así vale la pena leer esta obra?, se preguntará nuestro interlocutor. Por supuesto, Thompson es siempre una fiesta del pensamiento y de la escritura, una joya de la investigación y de la reflexión, un autor en el que incluso sus desvaríos y sus obstinaciones son interesantes. El volumen es misceláneo y la urdimbre es dificultosa, dado que sus retales son de varia procedencia y de distinta confección. Sin embargo, podrá hacerse una lectura significativa y provechosa de esta obra si seguimos una perspectiva historiográfica. Más que empeñarse en validar, defender, corregir o refutar los datos concretos que contienen estos ensayos, más que confirmar o enmendar las informaciones que se dan, el joven lector, ese historiador in pectore que aspira a aprender de sus mayores, hará bien en averiguar su perfil general y el atributo principal que los caracteriza. ¿Y cuál es éste? En el conjunto de la obra domina lo biográfico y lo propiamente autobiográfico, sea esto último de modo explícito o implícito. Hay personajes que se exhuman, personajes de la tradición radical británica, personajes que pertenecieron a una colectividad más vasta y de la que fueron vestigio, resultado y desmentido; personajes que siendo hijos de su tiempo supieron, sin embargo, hacerse a sí mismos comomaking-history-writings-on-history-and-culture individuos peculiares, heroicos y dañados, individuos que se obstinaron en elegir su vida por encima del destino que se les tenía reservados y que debieron hacer frente a las injurias de la historia y de los contemporáneos. Hay personajes a los que Thompson regresa evitando la arrogancia tan común del biógrafo sabelotodo y parlanchín, la jactancia de quien ha vivido después y se siente capaz de juzgar sus errores y sus empecinamientos. Es ésta una excelente lección que nuestro joven historiador no debería desestimar, pues aunque no son propiamente biografías, esos capítulos –que antes fueron ensayos, conferencias o reseñas— revelan respeto y ternura, erudición, empatía y buen juicio. Ya lo dijo el propio Thompson al principio de la Formación: no deberíamos tener como único criterio de evaluación histórica el que las acciones de un hombre se justifiquen o no a la luz de lo que ha ocurrido después. Es decir, el buen historiador es aquel que reconstruye en contexto y sabe que ese hecho, ese dato o esa conducta forman parte de una cadena de significados copresentes para el biografiado. Pero hay más. Las bellas páginas que Thompson dedica a Mary Wollstonecraft, por ejemplo, son retazos de una autobiografía encubierta o, si se quiere, un modo de autoanálisis. Lo que valora de ella, lo que la hace memorable a ojos del historiador británico, es lo que mejor le caracteriza a él: individualismo contumaz, altruismo noble y elegante y benevolencia moral, arrojo ético, radicalismo y obstinación frente a la fatalidad, y, en fin, coraje intelectual de pensar por sí misma, el coraje de quien no quiere abandonarse a la pereza de lo ya sabido. Lo que celebra en Wollstonecraft, en William Morris o en Christopher Caudwell es lo que les distingue, lo que les hace diferentes y que es resultado no de la fatalidad, sino de la autodeterminación, lo que les hace ser peculiares dentro de su comunidad moral oponiéndose a las rutinas y cegueras de la colectividad política o de las tradiciones intelectuales. Ésta es, desde luego, otra enseñanza espléndida para nuestro joven lector, para nuestro historiador in spe. Por eso justamente, los ensayos dedicados a la historia radical o a las relaciones de la disciplina con la antropología no son un repertorio de instrucciones a seguir ni un compendio de directrices a respetar. Son sobre todo un apuesta en favor de la innovación historiográfica, en favor del estudio de la costumbre y del folklore como formas de la cultura popular, o en favor del microanálisis de lo atípico como revelador de la norma o de lo evidente que no se percibe. Pero esos ensayos son también una invitación a luchar contra los malos hábitos y los lugares comunes de la profesión, como, por ejemplo, la superstición del cuantitativismo, el culto que rendimos a la cifra y al anonimato; son, en fin, un reto a la tradición marxista de la que él procedía y que para Thompson no era ni podía ser autosuficiente ni fundarse en dogmas estériles (base/superestructura, por ejemplo). El joven lector lo debe saber: no hay ni hubo privilegio para la historia marxista ni para la historia radical; no hay ni debe haber prerrogativas para la historia académica: como decía en un ensayo de 1985 y ahora reproducido, la historia que postulo “pide los niveles más exigentes de la disciplina histórica. La historia radical debe ser buena historia. Debe ser tan buena como la historia pueda ser”. Se trata, en efecto, de una historia que aborda con audacia sus objetos, que los crea y no los da por supuestos, que observa a los antepasados con ternura y con camaradería, con la misma distancia y condescendencia con que estamos dispuestos a contemplarnos a nosotros mismos; una historia que rompe las tradiciones, que sortea las barreras de las ciencias y que se sirve intuiciones, de materiales y documentos muy diversos con los que emprender exégesis y evaluación; se trata de una disciplina, en fin, que hace de la prosa histórica un momento de creación, un momento de la más alta literatura, la expresión de un acto comprensivo gracias al cultivo de la excelencia escrita. Nuestro joven lector ya lo sabe: así se es historiador.

[Justo SERNA. «Cómo ser historiador», in Ojos de Papel, sábado 24 de febrero de 2001]

Nota bene. Tal como señala Justo Serna, esta versión española de «Making History» de E. P. Thompson sólo recupera un puñado de textos. Aquí debajo señalamos los títulos de los capítulos que componen la obra original e indicamos en negritas cuáles son los únicos textos que ha recuperado Crítica para esta edición.

CONTENTS. Mark Wollstonecraft; Eleanor Marx; Homage to Tom Maguire; William Morris; Christopher Caudwell; In defense of the jury; Peterloo; Sold like a sheep for £1; History and anthropology; Left review; Edgell Rickword; Country and city; George Sturt; The grid of inheritanceHappy families; Herbert Gutman; Which Britons?; Commitment and poetry; Powers and names; Agenda for a radical history.

Andrés G. Freijomil