■ «Ha nacido un nuevo tipo de intelectual corrompido: el intelectual mediático». Entrevista con Jacques Le Goff [1993]

por Teoría de la historia

Sin títuloJacques le Goff, de 68 años, es especialista en historia medieval. Hombre clave en la investigación francesa en ciencias sociales, presidió la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales desde 1972 a 1977 y codirigió la revista «Annales», desde la que se irradió la idea y práctica de la «Nouvelle histoire» (nueva historia), sobre cuyos métodos y temas ha publicado, entre otros, «Hacer historia», «Historia de la Francia religiosa», «La nueva historia», «Herejía y sociedades en la Europa preindustrial». El pasado miércoles presentó en Roma «La construcción de Europa», colección de libros que se han empezado a publicar simultáneamente en España (Editorial Crítica), Alemania (Beck), Gran Bretaña (Blackwell), Italia (Laterza) y Francia (Seuil) y cuyos derechos se han vendido ya a Chequia, Eslovaquia, Portugal, Turquía, Hungría, Polonia, Holanda y Japón. En las librerías, «La ciudad europea», de Leonardo Benévolo, y «Europa y el mar», de Michel Mollat du Jourdin. Les seguirán «La busca de la lengua perfecta», de Umberto Eco, y «Las revoluciones europeas», de Charles Tilly, entre otros. Habiendo vivido, para investigar sobre el medioevo, en Roma, Praga y Oxford antes de instalarse en París, Le Goff tiene una visión abierta sobre el continente. Su inglés no es muy fluido, pero el latín lo borda.

-¿La construcción de Europa es sólo un acuerdo editorial internacional o algo más ambicioso? ¿Hay un proyecto de conjunto?

-Es una empresa destinada a «pensar» Europa en su dimensión histórica. Pensamos que Europa no está hecha, sino que está por construir y que el conocimiento de su historia en lo que tiene de positivo y de negativo es una condición indispensable de su construcción. Nos parece que hoy es imposible escribir una historia sintética de Europa. Esta debe ser pensada y explicada a través de diversos acercamientos que se ocupen de los principales aspectos y de los principales problemas de la Europa histórica. La historia que hay que construir debe ser un elemento esencial de esa Europa de la cultura y del pensamiento que debe sencomplemento y contrapunto de la Europa económica y de la Europa política. Nuestra colección quiere ser una contribución consciente, lúcida y sincera a esta construcción de Europa.

-Creíamos que el nacionalismo era cosa del siglo XIX. Y rampa de nuevo. ¿Es una fuerza que tener en cuenta para el próximo siglo, o sólo la persistencia del siglo pasado en países políticamente retrasados, como lo son los del Este?

-El nacionalismo, nacido en la edad media y «recalentado» por la Revolución Francesa, la reacción popular a Napoleón y el romanticismo, fue, en efecto, uno de los grandes fenómenos positivos del siglo XIX. Pero en el sudeste y en el este de Europa fue coartado por la opresión de Prusia, y sobre todo de los regímenes zarista y habsburgués, y por el dominio turco, luego por la opresión nazi y sobre todo estaliniana. La aspiración a la independencia nacional oprimida durante dos siglos estalla hoy con una fuerza acrecentada por esa opresión. Cuando salta la tapa que se mantenía cubriendo una olla de agua hirviendo, llega la explosión. El Este y el sudeste de Europa están haciendo hoy el empuje nacional que les fue prohibido hacer en el siglo XIX, y este empuje es tanto más salvaje, asesino e irracional, pero a partir de las justas aspiraciones contrariadas por los imperios opresores. El derecho de intervención debe corregir las formas salvajes que a veces toma el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, pero no impedir sus formas legítimas.

-¿Frente a la inestabilidad de la ex URSS y la ascensión del integrismo se hace más urgente una Europa sólida o hay que ir con más calma todavía, siguiendo el dictado que aconsejaba «en tiempos de agitación no hacer mudanzas»?

-Naturalmente hay que construir Europa con mayor determinación todavía porque es el mejor remedio contra una explosión violenta de la ex URSS y a la ascensión de los integrismos extremistas y fascistas.

-Desde muy temprano (1948) usted pudo ver con sus propios ojos la miseria del comunismo. ¿Sigue siendo válido el sistema de análisis histórico del marxismo?

-Aunque en Marx hay ideas peligrosas, el marxismo leninismo y el comunismo han sido perversiones y traiciones del pensamiento de Marx. Había que combatir y destruir el comunismo inhumano, pero no por ello hay que rechazar el pensamiento de Marx, que sigue siendo uno de los grandes análisis de la sociedad contemporánea y uno de los grandes espíritus del pensamiento político. No hay que tirar al bebé con el agua del baño.

-¿Puede definir la «nouvelle histoire»?

-He escrito libros sobre «nouvelle histoire», en particular un «Dictionarie de la nouvelle histoire» de 1978. Ha sido una nueva fase, inspirada por la etnología y la antropología del movimiento de renovación de la historia emprendido por la revista «Annales» de Lucien Febvre y Marc Bloch a partir de 1929. Es una historia que hace hincapié en los movimientos profundos de la historia, la larga duración, la historia del hombre (y de la mujer) entero, con su cuerpo, su mentalidad, su sensibilidad en el seno de la historia social. Se esfuerza, en el diálogo con las otras ciencias humanas y sociales, en ser una historia total. Está perfectamente viva, continúa y se renueva (véanse los últimos años de la revista «Annales»).

-Parece que volvamos a antes de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cree usted en un progreso de la historia? ¿Qué le parecen las teorías según las cuales es un retorno eterno (las de Eliade, por ejemplo)?

-Hay que distinguir entre una ideología de progreso, lineal y continua, que ha sido desmentida por la misma historia, y en particular por la historia del siglo XX (fascismo, nazismo, estalinismo, campos de concentración y hornos crematorios, gulag, racismo y tercer mundo, antisemitismo, pureza étnica), la constatación de que hay progresos en la historia tanto materiales, tecnológicos y científicos como políticos (democracia), morales (derechos del hombre, acción de Amnistía Internacional) y existenciales (defensa razonable del entorno), y la creencia en valores de progreso que hay que promover para la enseñanza, la práctica y la lucha. El pensamiento de Mircea Eliade es un pensamiento pseudocientífico y fascista. La teoría del eterno retorno es un error histórico y una mistificación filosófica.

-¿Qué opinión tiene sobre los intelectuales que analizan los acontecimientos contemporáneos?

-Los intelectuales son hombres. Muchos han cedido a las tentaciones de la historia: el orgullo, la voluntad de dar, sin estar cualificados para ello, lecciones a los demás, el abandono a la seducción perversa de los nuevos medias. Ha nacido un nuevo tipo de intelectual corrompido: el intelectual mediático. Pero tienen que haber intelectuales que pongan modestamente su saber al servicio de los demás, que luchen por los verdaderos valores y ayuden a difundirlos. Deben mantenerse siempre «críticos» respecto a la sociedad establecida y al poder. A mí no me gusta que me llamen intelectual. Soy un profesor y un historiador que piensa que la historia hecha racionalmente y con honestidad es útil y que hay que usar los «medias» con humildad para hacerla conocer, que hay que enseñarla y vulgarizarla sin envilecerla. Y espero ser un hombre de buena voluntad.

[Ignacio VIDAL-FOLCH. «Entrevista con Jacques Le Goff», in La Vanguardia (Barcelona), 14 de marzo de 1993, p. 60]