¿Qué características definen hoy a un intelectual? En un mundo en que también esta figura se ha tecnocratizado, engrosando las filas de lo que Edward Said llama «industria del conocimiento» resulta necesario resignificar el contenido crítico del término. En este sentido, Said sostiene que el intelectual es alguien que se niega a aceptar fórmulas fáciles o estereotipadas y confirmaciones tranquilizadoras o acomodaticias de lo que tiene que decir el poderoso, así como lo que éste hace. Estos rasgos sirven para caracterizar al geógrafo Milton Santos. Su fallecimiento el día 24 de junio del 2001, dejó entre los científicos sociales latinoamericanos el vacío de su amistad, sabiduría de vida, generosidad, ironía, humor y afecto. A nivel biográfico, político e intelectual su legado es amplio. De manera que es su trayectoria intelectual y académica la que nos ayuda a cubrir esta ausencia. Algunos aspectos de la misma pretendemos reflejar en el presente ensayo. En forma sintética y desde el punto de vista de la disciplina, Milton Santos fue uno de los responsables de la renovación de la geografía en la década de 1970, tanto a nivel internacional como en Brasil. En primer lugar, él situó a la geografía en el campo de las ciencias sociales, incentivando el diálogo entre las teorías sociales y las teorías geográficas, colaborando en la construcción de ésta última. En este sentido, los conceptos de espacio y modo técnico científicoinformacional han actuado de pilares en el proceso de la conformación de una teoría geográfica de la sociedad. En segundo lugar, Santos creyó en la necesidad de producir una teoría geográfica desde la periferia. El denominado Tercer Mundo contaba con unas características específicas cuyo pensamiento buscó dar cuenta. En tercer lugar, sus posturas críticas fueron complementadas con el reconocimiento de categorías de base existencialista que podrían contribuir a la construcción de un mundo mejor, basándose no sólo en la razón, sino también en la emoción.
De Salvador de Bahía al mundo global (1)
Milton Santos nació en el año 1926 en el Estado de Bahía. Es en este estado del nordeste de Brasil donde estudió derecho y se convirtió en profesor de geografía, primero en el liceo y luego en la Facultad Católica del Salvador (capital del Estado de Bahía). Mientras tanto, también actuaba como periodista del diario La Tarde, el periódico más conocido de El Salvador. Es el propio Milton Santos que sostiene que fue Josué de Castro, autor del libro Geografía del Hambre, quien estimuló su interés por los estudios geográficos, a partir de introducir las visiones de la geografía francesa y sus preocupaciones filosóficas y metodológicas (Hérodote, 1980, p. 90). En 1956, en ocasión del Congreso de la Unión Geográfica Internacional realizado en Río de Janeiro, llegaron a Brasil un conjunto de geógrafos franceses, con los cuales Santos mantuvo relaciones. Entre ellos caben destacar las figuras de Jean Tricart, a quien consideraba su maestro, y Michel Rochefort, ambos militantes del partido comunista francés (Rochefort, 1981, p. 12). Como resultado de dichos contactos, Santos se trasladó a Estrasburgo (Francia) para desarrollar su tesis doctoral sobre la ciudad de El Salvador. En esta investigación analizó los vínculos entre las formas diferenciadas de la ciudad y su relación con la inserción en la economía de dicho estado brasileño. De regreso a Bahía, entró como profesor de la universidad, no sin resistencias por parte del stablishment académico. En estos años también se hizo cargo de un instituto de estudios regionales. Hacia inicios de la década de 1960, primero el presidente de Brasil Jânio Quadros y luego Jean Goulart le concedieron cargos de responsabilidad en la planificación del Estado de Bahía. Estaba desempeñando este tipo de funciones cuando se produjo el golpe de estado en Brasil en el año 1964 y fue detenido. La invitación de la Universidad de Toulouse para desempeñarse como profesor asociado le permitió dejar Brasil, con lo que se inició su período de exilio. Milton Santos residió tres años en Toulouse (1964-1967), luego en Burdeos (1967-1968) y tres años más en París (1968-1971). A este período corresponden dos de sus libros que muestran su reflexión sobre el Tercer Mundo desarrollada en Francia. Se trata de Le métier de géographe en pays sous-développés y Les villes du tiers monde. Las dificultades de obtener la renovación de su contrato en Francia, lo llevaron a América del Norte, primero a Estados Unidos, al Massachussets Institute of Technology (1971-1972), luego a Toronto (1972-1973) y, finalmente, a la Universidad de Columbia (1976-1977). Es en este tiempo que colaboró en la revista Antipode participando de la coordinación de dos números dedicados a temas del subdesarrollo (vol. IX, núms. 1 y 3). Santos vivió un tiempo en Venezuela, trabajando en actividades de planificación, y en Tanzania (1974-1976), en la Universidad de Dar es Salaam, en un momento en que dicho país estaba pasando por un proceso revolucionario. En 1979 fue contratado como profesor en la Universidad Federal de Río de Janeiro, incorporándose al grupo de intelectuales que participaron en la renovación de la geografía brasileña. Frente a su insatisfacción en relación con la geografía tradicional y el requerimiento de poner en juego nuevas ideas en el ámbito de la geografía brasileña escribe su libro Por uma geografia nova, descrito por el propio autor como una crítica sistemática a las tendencias que habían acabado por hacer aparecer a la geografía como un saber completamente descomprometido con el capitalismo y con el imperialismo. Por el contrario, Santos se planteaba la geografía como una herramienta útil, como el resto de las ciencias sociales, en la constitución de una nueva sociedad. En 1984 ingresó como profesor en la Universidad de San Pablo, ámbito donde desarrolló su trabajo sobre el medio técnico informacional y el papel de la red urbana brasileña en el marco de la globalización. Parte de esta producción fue recogida en dos de sus últimos libros: A natureza do espaço, obra que sintetiza su reflexión epistemológica desarrollada de Por uma geografia nova en adelante, y Por uma outra globalização. Milton Santos es considerado el geógrafo más destacado de América Latina a nivel internacional. Ello se refleja en los veinte doctorados honoris causa que ha recibido, tanto en universidades de dicho continente como europeas (2) y en la formación académica y vital con la que contaron aquéllos que hicieron trabajos de maestría o tesis doctorales bajo su dirección o que participaron en sus proyectos de investigación. Sus cuarenta libros y más de trescientos artículos científicos publicados en inglés, francés, español y portugués sus reflexiones epistemológicas respecto de la geografía y su producción sustantiva sobre las ciudades del Tercer Mundo y la red urbana brasileña. Su lectura y amplia recepción por distintos contextos académicos internacionales han llevado a que muchos de sus colegas lo considerasen un ciudadano del mundo. Esta denominación ha sido utilizada como título de un libro colectivo de homenaje que se publicó en ocasión de su setenta aniversario. El apelativo «ciudadano del mundo», a su vez, hace alusión a uno de sus libros O espaço do cidadão, donde reflejó una de sus principales preocupaciones: hacer que el conocimiento producido desde la disciplina contribuya a la producción de un espacio que colabore en transformar en ciudadanos a todos los habitantes del planeta. En este contexto, y como afirma una necrológica escrita por Carles Carreras (2001), Santos luchó, a través de las ideas y de la acción, por el fin de la discriminación, por la igualdad y por el respeto a la identidad diferencial.
La categoría de espacio social
Como decíamos antes, en sus primeros años de actividad académica en Brasil, luego del exilio, Milton Santos participó en el proceso de renovación disciplinaria. Por tal motivo su producción buscó, en parte, demostrar las falencias epistemológicas que ha cargado la geografía a través de su historia y propuso algunos rumbos para superar tales debilidades disciplinarias. Santos denunció algunos problemas
epistemológicos básicos que colocaban la geografía en cuestión. El primero se vinculó con el proceso de institucionalización disciplinaria y la elección de una estrategia epistemológica de legitimación científica (Escolar, 1996) basada en los cuadros conceptuales propios de las ciencias naturales. Esta estrategia aparecería para el autor como uno de los equívocos epistemológicos a los que se vieron sometidas las ciencias sociales, ya que esto significó la deshistorización y, por lo tanto, la deshumanización de las mismas (Santos, 1986a, p. 92). El segundo problema que rescatamos de su pensamiento es el del «empirismo abstracto». Con esta conceptualización Santos hace referencia a la cuestión de la sustitución de las relaciones sociales por relaciones entre objetos (Santos, 1986a, p. 87). Desde esta perspectiva el espacio no es considerado producción histórica y social. El espacio es reificado (Santos, 1986a, p. 88) en los análisis de la geografía cuantitativa y, particularmente, desde algunas perspectivas de la planificación que consideran la posibilidad de resolver mediante decisiones de localización algunos problemas de carácter social. El tercer problema se vinculaba al poco diálogo que la disciplina había tenido entre las décadas de 1950 y 1970 con otros saberes, su aislamiento y la posibilidad de superar esta dificultad por medio de una nueva interdisciplinariedad en que sean las propias necesidades de interpretar la realidad (específicamente del espacio) y no las potencialidades disciplinarias las que orientasen el «trabajo cooperativo» (Santos, 1986a, p. 97-111). Al considerar que a cada disciplina le correspondía el abordaje de una parcela de la realidad, Santos destacaba que el objeto de estudio de la geografía es el análisis del espacio. Desde esta perspectiva los problemas señalados han actuado como verdaderos obstáculos epistemológicos (Bachelard, 1973) para producir un discurso de diese cuenta de sus especificidades. Según el propio autor, extraer de la geografía «la viudez del espacio» (Santos, 1986a: 91) era uno de los objetivos de su propuesta de geografía crítica. Esto quiere decir que una de las preocupaciones básicas de Milton Santos en esta coyuntura sería legitimar el saber geográfico con base en un cuerpo teórico particular en torno a la cuestión del espacio. Cabe destacar que el espacio aparecía para los geógrafos brasileños de este período como la categoría básica de reflexión y de operacionalización. Para aquéllos que se inscribían en la línea de pensamiento marxista, el espacio era entendido como condición para la producción y reproducción del capitalismo (Moreira, 1982) a partir de su valorización (valor contenido y valor creado) (Moraes y da Costa, 1982). Desde una perspectiva más política, él era, simultáneamente, ámbito de ejercicio del poder y de acumulación del capital. En el pensamiento de Santos el espacio también era funcional a la forma en que, en un período histórico determinado, se establecía el vínculo entre fuerzas productivas y relaciones de producción. A diferencia de los autores mencionados, en esta coyuntura, Santos coloca el énfasis de su conceptualización en el proceso de producción del espacio en el momento en que la sociedad se apropia de la naturaleza, proceso que, según su punto de vista, adquiere un carácter global y diferenciado, a la vez, en diferentes puntos del planeta. Así, en su proceso de construcción de la categoría espacio, Santos entrelaza algunas discusiones de la tradición disciplinaria con otras traídas de la reciente incorporación del marxismo al pensamiento geográfico en la década de 1970. Así, él supera la polémica en torno de la consideración del espacio como un factor, una instancia de la sociedad o un reflejo de ésta presentándolo como un hecho social que, siguiendo la propuesta de Henri Lefebvre, cabría ser analizada desde el punto de vista tanto formal como estructural y funcional. Esto quiere decir que sólo es posible describir sus particularidades en relación con su papel en la sociedad. De esta manera, una teoría del espacio estaría necesariamente referenciada en una teoría social. Sin embargo, la visión del espacio como una construcción social no pone en duda su carácter material y evidente: el espacio existe, él es «la materia trabajada por excelencia» (Santos, 1986a, p. 137). Es supuesto ontológico de su materialidad; la base a partir de la cual Santos construye su reflexión en relación con las formas y la influencia de ésta en las acciones sociales. «La casa, el lugar, el trabajo, los puntos de encuentro, los caminos que unen entre sí estos puntos, son elementos pasivos que condicionan la actividad de los hombres y comandan su práctica social» (Santos, 1986a, p. 137). Formas pasadas condicionan las acciones, las representaciones y la producción de formas presentes y futuras. Esta «inercia dinámica» es la que permite entonces que «el pasado esté presente». En este cuadro del análisis aparece, en su cuerpo teórico, la metáfora de la «rugosidad» adoptada de la perspectiva geomorfológica de Jean Tricart. De esta manera, las rugosidades serían herencias morfológicas de carácter sociogeográfico de tiempos pasados (Santos, 1996, p. 36). Por un lado, ellas resumen la convivencia de testimonios de diferentes momentos históricos, que resisten o se adaptan a nuevas funciones. Ello nos hablaría de una disociación entre forma y contenido. Nuevos contenidos llevan a una resignificación de las formas. Éstas también pueden ser sustituidas parcial o totalmente por otras nuevas. En segundo lugar, la idea de rugosidad contribuye a comprender la íntima relación entre el espacio y el tiempo (3). El espacio incorpora en su constitución otra dimensión de la cual fue escindida por el discurso ilustrado: la dimensión temporal. Para Santos, en cada sistema temporal, el espacio muda sus características (Santos, 1996, p. 42). A lo largo de su trayectoria de investigación, Santos ha optado por diferentes maneras de definir el espacio. Así, por ejemplo, en sus textos de la década de 1970 sostenía que el mismo estaba constituido por un conjunto de fijos, elementos arraigados en un lugar, y de flujos, movimientos resultado directo o indirecto de las acciones que se instalan o atraviesan los fijos, modificando su significación, su valor, al mismo tiempo que éstos se modifican. Posteriormente, manteniendo el contenido marxista de su caracterización, prefirió priorizar la interacción entre sociedad y naturaleza (configuración territorial). En este sentido, la sociedad era analizada a partir de las relaciones sociales y de producción. En los últimos años, Santos pasó a comprender al espacio como la interacción entre un sistema de objetos y un sistema de acciones. De esta manera, su postura se inscribe en el marco del debate de la teoría de la estructuración, donde la realidad social no está constituida sólo por la estructura, sino también por la acción de los sujetos (agency). Mónica Arroyo (1996, p. 56) ha buscado caracterizar esta forma de entendimiento del espacio. En primer lugar, ella distingue, en el sistema de objetos, tanto aquéllos naturales como fabricados, los técnicos y los informatizados. Entre las acciones identifica las económicas, las políticas o las culturales, deliberadas o no, racionales o no, flexibles o no, hegemónicas o no. En segundo lugar, destaca el carácter histórico de ambos sistemas en continua transformación. En tercer lugar, sostiene el carácter no autónomo e interactivo de cada uno de los sistemas, ya que, en tanto parte de una totalidad, forman parte de un movimiento que, lejos de ser lineal o mecánico, es complejo, lleno de contradicciones, conflictos, contingencias e incertidumbres. Más allá de estas variaciones en su concepción de espacio, existen características que son constantes en la geografía de Milton Santos, tales como su visión materialista del espacio, su íntima vinculación con la categoría del tiempo y su articulación con una perspectiva de la sociedad, donde la teoría geográfica sólo se entiende como subsidiaria de la teoría social.
La geografía, una filosofía de las técnicas
Muchas veces, Milton Santos ha definido a la geografía como una filosofía de las técnicas. De esta manera él recupera la tradición francesa en la que se insertan desde Jean Brunhes hasta Bruno Latour, para quienes las técnicas actuarían de mediación entre la sociedad y la naturaleza. En tanto que expresión del trabajo, ellas reúnen el espacio y el tiempo (Santos, 1996, p. 44). Así, a cada lugar corresponde, en cada momento, un conjunto de técnicas e instrumentos de trabajo (Santos, 1996, p. 46). Santos sostiene que el desarrollo de las técnicas permite periodizar la historia de la modernización. De esta manera, se define cada período histórico a partir de la generalización de una innovación proveniente de un período anterior o de una fase inmediatamente precedente (Elias, 1996, p. 211-213). A partir de este criterio, Santos identifica un período de comercio a gran escala (a partir de los finales del siglo XV hasta 1620), una época manufacturera (1620-1750), la de la revolución industrial (1750-1870), el período industrial (1870-1945) y el tecnológico. Tales períodos están marcados por tres grandes revoluciones: la de los transportes marítimos, la industrial (antes de 1870) y la tecnológica. Siguiendo esta línea de pensamiento, Santos considera que en la actualidad estamos viviendo el período técnico-científico-informacional. Para el geógrafo en cuestión, aún cuando el hombre ya dependiese de la ciencia y la tecnología en períodos anteriores, en el período actual se verifica la interdependencia de la ciencia y de la técnica en todos los aspectos de la vida social, en todas las partes del mundo y en todos los países en un movimiento incesante de acumulación capitalista (Elias, 1996, p. 213). Las tecnologías se difunden de forma más rápida, colonizan más áreas y envuelven mucha más gente que en otros períodos (Santos, 1996, p. 143). De esta manera, el respectivo sistema técnico se torna común a todas las civilizaciones, todas las culturas, todos los sistemas políticos, todos los continentes y todos los lugares (Santos, 1996, p. 153). Son estas características del período en cuestión que llevan a que en la actualidad se pueda hablar de un proceso mundial de producción y de todo aquello que lo sustenta: mundialización del mercado, del capital, de las firmas, del consumo de los gustos, de la plusvalía y del modelo de vida social (Elias, 1996: 213). Esta caracterización de lo que hoy conocemos como globalización, Santos la elabora en la década de 1980, casi diez años antes que el término se difundiera en los ámbitos políticos y los medios de comunicación para caracterizar al período posterior al fin de la Guerra Fría (4). Ahora bien, según Santos, el impacto de la difusión de las técnicas es diferencial, y este impacto crea el vínculo entre el mundo y el lugar. Se trata de comprender cómo los lugares internalizan los elementos externos. De esta manera, Santos cree que cuanto más se globalizan los lugares, más se convierten en singulares, en el sentido que los componentes que un territorio tiene en un determinado lugar no será encontrado en ningún otro.
El Tercer Mundo y los circuitos superior e inferior de la economía
La trayectoria de Milton Santos estuvo signada por su interés de hacer uso del instrumental teórico suministrado por el marxismo, la tradición geográfica francesa y las reflexiones desarrolladas por otras disciplinas, como la filosofía, la sociología o la economía, para elaborar categorías que permitiesen comprender las especificidades de los procesos espaciales en el Tercer Mundo, particularmente en las áreas urbanas. Inscribiéndose en las posturas tercermundistas de la década de 1960, Santos busca romper con la visión evolucionista del desarrollo de Rostow. En este sentido, desarrollo y subdesarrollo no deberían ser entendidos como etapas en el crecimiento económico de los países, sino como dos caras del proceso de acumulación capitalista: el desarrollo en ciertos países requeriría la explotación de recursos, tanto naturales como humanos, en otras áreas del planeta. Dentro de este marco, Santos analiza las redes urbanas de países latinoamericanos y africanos. Una primera aproximación a la misma le permite caracterizar el fenómeno denominado de «macrocefalia». Esto quiere decir que una ciudad, generalmente la que cuenta con mayor número de habitantes, concentra la mayor parte de las actividades industriales y de servicios. Así, no existirían escalones jerárquicos intermedios entre la ciudad más importante dentro de la red urbana y la que le sigue en importancia. Este tipo de análisis se acompaña del estudio de la pobreza, de los déficits de vivienda y de infraestructuras básicas que se observan en estos centros, generalmente creados respondiendo a los requerimientos de la división del trabajo a nivel mundial, como exportadores de materias primas. De aquí que, desde la perspectiva del libro Las villes du Tiers Monde (1971), la ciudad en los países subdesarrollados cumpliría una función de intermediación entre los países dominantes y el campo doblemente dominado (por la forma del establecimiento de las relaciones internacionales y por las imperantes dentro de la organización estatal nacional), un lugar más de pasaje que de producción (Almeida de Vasconcellos, 1996, p. 114) (5). Pero la aportación
más reconocida a nivel internacional de la reflexión de Santos sobre las ciudades del Tercer Mundo es la identificación y caracterización de dos sistemas económicos interdependientes en estos países. Esta reflexión es desarrollada por primera vez en su libro L’ Espace Partagée (1975). Así, el circuito superior representaría la economía moderna, directamente ligada a la modernización tecnológica. A ésta se vincularían los aspectos que aparecen como esenciales en la dinámica de las ciudades. Comprendería el comercio y las industrias ligadas particularmente a la exportación y al sector bancario. Su estudio permite describir los mecanismos que acentúan la dependencia económica, financiera y tecnológica del Tercer Mundo en relación con los países desarrollados. El estado aparece ligado a este circuito superior, vehiculizando la puesta en práctica de un modelo económico que acentúa el carácter agroexportador de estos países y de importación de productos industriales con mayor valor agregado. Por su lado, el circuito inferior agruparía las actividades de pequeñas dimensiones. Éste tendría sus raíces en la población pobre y aseguraría lo esencial de los intercambios a nivel local. Engloba al pequeño comercio, la pequeña producción manufacturera y artesanal. No se podría cualificar de circuito tradicional. Se trataría de un elemento básico en la vida urbana de los países subdesarrollados, porque en el mismo se encontrarían incorporados la población pobre, migrante, originaria de la ciudad, desprovista de capital y de cualificación profesional. No se trataría de un circuito parasitario, ya que en el mismo se harían esfuerzos para sobrevivir, para adaptarse a las condiciones dependientes de la economía. Circuito superior e inferior estarían íntimamente vinculados. Sus relaciones serían de permanente interacción: de complementariedad, dependencia y dominación. El reconocimiento de ambos circuitos en la economía de los países del Tercer Mundo habría tenido efectos importantes en las investigaciones que se han realizado posteriormente en el Tercer Mundo. Rochefort (1996, p. 129), por ejemplo, considera que estas formulaciones acompañarían los estudios sobre el sector informal que se realizarían entre los años de 1975 y de 1980, cuestionarían las teorías económicas dualistas de la época precedente, los análisis de las articulaciones entre las diferentes formas de producción y el papel de las actividades terciarias en el dominio de las economías del Tercer Mundo. Por su parte, Saskia Sassen (1996, p. 89) afirma que consideraciones de esta índole son útiles para captar dinámicas que hoy se observan en las ciudades de países desarrollados como Nueva York o Los Angeles. En esta línea, en la década de 1990 el propio Milton Santos reconoce que la teoría del circuito superior e inferior podía ser utilizada para la interpretación de las economías urbanas de los países centrales. En sus últimos trabajos Santos ha mostrado que la red urbana se habría complejizado con los procesos de globalización. Desde su perspectiva, los flujos y fijos ahora estarían impregnados de ciencia y técnica y ello lo llevaría a cruzar la noción de circuito superior e inferior con las nociones de horizontalidad y verticalidad. Santos buscaba así hacer inteligible la naturaleza de los centros urbanos y sus relaciones espaciales en el ámbito de la economía global. Mientras que las horizontalidades se refieren a las relaciones espaciales con las áreas vecinas, las verticalidades dan cuenta de los vínculos a larga distancia, viabilizadas por los medios de comunicación (Almeida Vasconcelos, 1996, p. 124). Las verticalidades originarían una organización territorial de tipo red: puntos discontinuos y articulados conviven con organizaciones territoriales contiguas propias de las horizontalidades. La naturaleza de las interacciones espaciales varía, así como los agentes sociales (las grandes corporaciones, los empresarios locales, el Estado y los diferentes grupos sociales) y su forma de participación en uno y otro tipo de flujo. Los conceptos de circuito superior e inferior, de horizontalidad y verticalidad, lejos de mostrar un espacio indiferenciado o aniquilado por las nuevas formas de organización productiva, dan cuenta de sus complejidades y diferencias, que en el pensamiento de Santos adquieren todo su potencial de cambio en el estudio del lugar. Son los lugares los que presentan mayores diferenciaciones resultado de estas interacciones. En ellos, la preeminencia del circuito inferior, de las relaciones horizontales y las vivencias cotidianas alimentan la construcción de una nueva sociedad. Veremos sus características en el próximo apartado.
Por una geografía existencial, el lugar de los pobres y el espacio banal
Las posturas marxistas de Santos fueron resignificadas con la incorporación del pensamiento existencialista de Jean Paul Sartre. Ello lo llevó a reconocer el papel activo del sujeto en la objetivación del mundo y su capacidad para provocar el cambio y la transformación. Es en la libertad del hombre, en su capacidad de proyectar, en consonancia con la creencia que el mundo ofrece múltiples posibilidades para la creación de una existencia más armoniosa y digna que Santos ofrece las bases para la elaboración de una geografía existencial. En este sentido, el libro Por uma outra globalizaçao propone los fundamentos para la recuperación de un proyecto de sociedad utópica. En principio, Santos sostiene que la globalización actual no debe ser interpretada totalmente en forma negativa en la medida que estableció las bases para la constitución de una nueva sociedad. Y, en este proyecto de nueva sociedad, la centralidad de todas las acciones se localiza en el hombre y no en el dinero (Santos, 2000, p. 147). Así, por ejemplo, la tendencia a la mezcla de pueblos, la concentración de la población en las ciudades, el empobrecimiento relativo o absoluto de las poblaciones y la pérdida de la calidad de la clase media son valoradas como componentes que contribuyen a la búsqueda de una nueva utopía (6) (Santos, 2000, p. 161). Santos reconoce en los pobres el sujeto histórico de la transformación. La pobreza es una situación de carencia, pero también de lucha, donde la toma de conciencia es posible. La convivencia con la necesidad y con el otro llevarían a la elaboración de una política «de los de abajo». Desde su punto de vista, la lucha por la sobrevivencia cotidiana requiere la solidaridad, la construcción de redes horizontales y la apuesta a la creatividad como principal fuente de un nuevo mundo. Esta creatividad se desprende del choque con nuevas realidades. Estas situaciones inéditas son vivenciadas, por ejemplo, por el migrante recién llegado a un ambiente urbano, donde se ve obligado a crear una relación inédita con su medio, y en el cual su propia memoria no le sirve como elemento para la acción. También la mezcla de sujetos de diversos orígenes crea situaciones inéditas, experiencias distintas. De esta manera, el cotidiano de cada uno se enriquece por la experiencia propia y por la del vecino, tanto por las realizaciones actuales como por las perspectivas de futuro. En la medida que «los de abajo» carecen de medios para participar plenamente de la cultura de masas, la cultura de los pobres se basa en su territorio, en su trabajo, en su cotidiano. Por su propia forma de constitución, la cultura de los pobres pondría en cuestión la cultura de masas. La vida en los lugares, ahora más enriquecida por los aspectos de la globalización ya mencionados y por sus efectos arriba reseñados, presenta, para Santos, el caldo de cultura necesario a la proposición del ejercicio de una nueva política (Santos, 2000, p. 173). Según Santos, el lugar y las vivencias cotidianas desarrolladas a esta escala contribuyen a la constitución del espacio banal. Así, la categoría de espacio banal se torna en su pensamiento en el punto de partida para la constitución de una sociedad diferente. Su tematización desde la geografía sería la contribución de este conocimiento a la conformación de una nueva sociedad. El espacio banal es el ámbito creador de la solidaridad, de la interdependencia, en la medida que las relaciones son cara a cara, donde los hombres, juntos, sintiendo, viviendo y emocionándose, tienen la oportunidad de crear una nueva historia (Arroyo, 1996, p. 57-59). Desde este punto de vista, la geografía, en tanto saber, podría quebrar su tradición de complicidad con los poderes instituidos y contribuir a la gestación de esta otra globalización a partir de preocuparse por el papel de lo cotidiano y de las emociones que encuentran en los lugares el ámbito privilegiado de realización.
A modo de conclusión: la comprensión del mundo desde la periferia
La abundante producción de Milton Santos en el campo de la geografía ha sido orientada por el proyecto político de producir un conocimiento crítico, transgresor y transformador. Sus fuentes esenciales, desde el marxismo de carácter humanista pasando por la recuperación de las bases fundacionales de la geografía francesa y de autores de las más diversas procedencias geográficas y disciplinarias, se articularon con su producción de información empírica. Así, busca construir una interpretación del mundo desde la periferia, que comprendiera los procesos espaciales que se desarrollan en la misma en su especificidad y articulación con el centro (7). La visión de Milton Santos de los procesos globales constituida desde la periferia, en muchos casos antecedió o fue simultánea a la producción que desde el centro se ha elaborado para explicar los propios procesos espaciales. De hecho, podemos constatar la proximidad de sus reflexiones sobre la globalización, sobre el protagonismo del espacio en la constitución de la realidad social y su articulación íntima con la idea de tiempo, sobre la convivencia de tiempos y espacios hegemónicos con otros múltiples reservados a los lugares sobre la propia idea de utopía con aquellas elaboradas en otros contextos (Harvey, 1996, 2000; Soja, 1996) (8). Ya vimos también cómo la idea de circuitos superior e inferior de la economía urbana elaborada sobre procesos que tenían lugar en la periferia, es hoy recuperada para interpretar las dinámicas de las ciudades globales. El interés por tematizar la espacialidad de la periferia no sólo tiene que ver con la producción de un conocimiento ad hoc, sino también con la creencia de que la nueva sociedad se gestaría en los países del Sur. Ello requería un nuevo papel de las instituciones y particularmente de los intelectuales, poco complacientes, críticos y creativos. Parte de su crítica se dirigió a la mediocridad de la universidad, del estado, de las propuestas de planificación y a la pérdida de este proyecto político. Sin embargo, consciente de que la defensa de los idearios intelectuales no podría realizarse sin tener una adecuada fuente laboral, en una de las últimas conversaciones que mantuvimos con él, en diciembre del 2000, nos sugirió que las nuevas generaciones de geógrafos debían mantener frente a la vida un pragmatismo existencial. Esto quiere decir, adecuarse al sistema lo indispensable, pero sin perder de vista la necesidad de llevar adelante iniciativas que se orientaran a crear un nuevo sujeto para una nueva sociedad.
(1) El género biográfico ha merecido diferentes tipos de tratamientos en el estudio de la historia de la geografía. A grandes rasgos, podemos identificar aquellas perspectivas de carácter internalista, que han puesto el énfasis en la trayectoria de vida de los sujetos analizados y sus obras publicadas o en sus contribuciones conceptuales. Muchos de los análisis realizados desde estos puntos de vista, en la medida que generalmente se trata de necrológicas u homenajes, adquieren un carácter apologético. En contraposición, los análisis externalistas buscan vincular la figura del autor objeto de análisis y su producción con los acontecimientos históricos y con las transformaciones que se producen en el interior de la disciplina. Este tipo de aproximación suele desembocar en un tratamiento crítico del geógrafo reseñado o de su producción. El análisis que realizamos aquí busca comprender la articulación del pensamiento de Milton Santos con su tiempo. A pesar de poder afirmar que esta perspectiva nos aproximaría a la segunda visión presentada, la relación entre autor y contexto no se acompaña de una valoración crítica. El objetivo de este texto es más que todo divulgar sus principales conceptualizaciones y las posturas filosóficas y políticas sobre las cuales se sustentan. (2) En el año 1994 recibió el Premio Internacional de Geografía Vautrin Lud, otorgado a partir de una votación que realizan geógrafos de distintas partes del mundo para elegir el especialista del área considerado más reconocido por su trayectoria en dicho año. (3) Cabe destacar la diferencia que Santos realiza entre espacio y paisaje. Mientras que el paisaje es la materialización de un instante de la sociedad, el espacio contiene movimiento. El paisaje sería el conjunto de elementos que se daría a nuestros sentidos. De esta manera, son las formas las que adquieren preeminencia en el análisis y la operacionalización de esta categoría. Por el contrario, el espacio se presenta como una totalidad que incluye las formas. «[…] las formas pueden, durante mucho tiempo, permanecer las mismas, pero como la sociedad está siempre en movimiento, el mismo paisaje […] nos ofrece en el transcurso histórico, espacios diferentes» (Santos, 1988, p. 77). (4) Así, Denise Elias destaca el hecho que el término medio técnico e informacional y sus caracterizaciones fueron utilizados por Milton Santos en su comunicación en el Encuentro de Geógrafos de Porto Alegre en 1980. Ella señala algunas otras obras donde el autor profundiza en este concepto. Entre ellas cita Espaço e Método. São Paulo: Nobel, 1985 (en especial el capítulo 3), «O meio técnico-científico e a urbanizaçao no Brasil», Espaço e Debates, 25: 58-62, 1988 y A urbanização brasileira, São Paulo: Hucitec, 1993 (en especial el capitulo 4) y Técnica espaço tempo-globalização e meio técnico-científico informacional. São Paulo: Hucitec, 1994 (en particular los capítulos 12 y 13). (5) Además, de la ciudad como unidad de análisis para pensar el proceso de construcción de los espacios del Tercer Mundo, Santos también se interesa por el tipo de paisajes que se producen en estos ámbitos políticos. Así, en la década de 1970 acuña el término de paisaje derivado para referirse a los paisajes propios de los países subdesarrollados. Es en la obra de Max Sorre que podemos encontrar las fuentes de su inspiración para la utilización de este concepto. En su tipología de paisajes Sorre identifica como paisajes derivados los conformados a partir de la colonización europea, noción que, según el propio Sorre, permite el estudio de los países «nuevos». Sorre reconoce como paisajes derivados tanto las formas producidas a partir del avance de la frontera agraria como las vinculadas al establecimiento de economías de enclave, sean éstas agrícolas (plantaciones) o industriales. En estas descripciones, él identifica algunos efectos perversos de dicha colonización tales como el «agotamiento precoz» de las reservas naturales o las condiciones de trabajo inhumanas a las que eran sometidas las poblaciones autóctonas o de color traídas de otras regiones. Santos resignifica este concepto y coloca el énfasis en su carácter relacional. Así, el paisaje derivado aparece como expresión de una forma particular en que los países subdesarrollados se insertan en el mundo desarrollado. «Este paisaje de los países subdesarrollados, efectivamente, deriva de las necesidades de la economía de los países desarrollados, donde finalmente se toma la decisión. Las relaciones mantenidas por los grupos humanos con sus bases geográficas no dependen de estos grupos humanos. Se trata de una forma particular de comprender cómo los tiempos y los lugares externos son internalizados por los países del Tercer Mundo. Los paisajes derivados serían una aproximación fenomenológica a las particularidades de los espacios derivados propios de los países subdesarrollados» (Santos, 1986b, p. 110). (6) Santos (2000, p. 161) también reconoce otros aspectos de la globalización que promoverían el proceso de construcción de una sociedad alternativa, tales como el peso de la ideología en las construcciones históricas actuales, el grado relativo de «docilidad» de las técnicas contemporáneas y la «politización generalizada» permitida por el exceso de las normas. (7) En este sentido, Santos siempre creyó que la reflexión debía nutrirse de múltiples fuentes, criticando a los estudiosos brasileros que sólo se valían de las obras producidas a nivel nacional para elaborar sus escritos y acusándolas de provincialismo. (8) Son escasas las obras que, fuera de los países periféricos, reconocen las aportaciones teóricas de Milton Santos. Una excepción es el reciente texto de Richard Peet (1998), quien sitúa a Santos en el marco del marxismo geográfico estructuralista de la década de 1970. Para la presentación de las contribuciones de este autor, Peet se basa en uno de los textos publicados en Antipode en el año de 1977, «Society and Space: social formation as theory and method». Peet destaca su concepción de espacio como cristalización de los procesos sociales y, a su vez, dimensión activa de la existencia. También hace referencia a las influencias sartreanas en el pensamiento de este geógrafo brasileño (Peet, 1998, p. 127). El análisis queda acotado a la década de 1970 y no da cuenta de sus aportaciones posteriores.
[Perla ZUSMAN. “Milton Santos. Su legado teórico y existencial (1926-2001)”, in Documents d’anàlisi geogràfica (Barcelona), nº 40, 2002, pp. 205-219]
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