✍ La era de la revolución, 1789-1848 [1962]

por Teoría de la historia

Veinticinco años después de que apareciera la edición original de esta obra, la editorial Labor ha querido recordar un clásico de la historiografía del periodo con la reedición de «La era de la revolución». El libro, lejos de reducirse a una simple narrración, profundiza en la interpretación de las situaciones desde la óptica marxista que el historiador ha profesado. Ante la presencia de los acontecimientos actuales, el fracaso sin paliativos y la defunción de esa ideología, la obra de Hobsbawn no ha perdido su atractivo. Hobsbawn abunda en el pensamiento de que el periodo por él estudiado transformó la faz del mundo, por medio de dos hechos históricos: la revolución industrial británica y la revolución francesa. Las revoluciones liberales, o burguesas como prefiere denominarlas el autor, de 1820, 1830 y 1848, conformarían el ciclo originario en el que emerge con fuerza el capitalismo y la mentalidad burguesa, además de otras manifestaciones políticas que habrían de concluir en el Manifiesto Comunista de 1848. Considera a las dos históricas revoluciones hechos que abarcan más allá de sus dos naciones de origen, dado que sus repercusiones se hicieron sentir tanto en Europa como en Asia o América. Y no sólo los efectos de las transformaciones, sino también el establecimiento de la dominación del mundo por parte de un escaso número de naciones occidentales fundamentalmente, Gran Bretaña. La economía mundial del siglo XIX habría tenido, pues, su epicentro en la revolución industrial inglesa, y la política e ideología en la Revolución Francesa. La primera proporcionó el modelo para acabar con las tradicionales estructuras económicas del mundo, sobre todo del no europeo. La segunda exportó las ideas hasta el punto de convertirse en el referente obligado de todas las nacionalidades nacientes. En principio, no tiene por qué extrañar que un profesor marxista insista en la idea de que en «La era de la revolución» no triunfó la industria sin más, sino la industria capitalista; ni la libertad y la igualdad, sino las clases burguesas; ni la economía moderna, sino las economías y Estados de Europa; Gran Bretaña y Francia principalmente. En este sentido, conceptúa como «éxito inmenso» la transformación social en términos de productividad económica; y como «una tragedia» en términos de sufrimientos humanos. En 1970, el autor nos decía que si nos parábamos a observar al mundo no podríamos subestimar la fuerza histórica de la idea socialista revolucionaria y de la comunista, origen de la reacción contra los peores efectos de la doble revolución, que encontraría su primera formulación clásica en el mencionado manifiesto de 1848. El autor pretendió decirnos entonces que el comienzo del capitalismo, con la construcción de la primera fábrica del mundo moderno en Lancashire y la revolución francesa de 1789, a la que limita a una simple revolución burguesa, concluían, si no con el triunfo, al menos con la existencia de la fuerza de oposición que significaba el comunismo. La interpretación actual en 1991 tiene que ser, por obligación, bien diferente.

[José María TOQUERO. «La era de la revolución», in ABC (Madrid), 17 de agosto de 1991, p. 50]